septiembre 16, 2019

ctxt. Carta al suscriptor nº 93: Periodismo, de Gerardo Tecé

ctxt.  Gerardo Tecé  8 dic. 2018 --- Querido/a subscriptor/a:

Eran mediados de los sesenta en la provincia de Castellón y un joven José Martí Gómez hacía sus primeros pinitos en el periodismo como reportero de Diario del Mediterráneo, un periódico del Movimiento. En su libro, 'El oficio más hermoso del mundo', Martí Gómez cuenta una anécdota que retrata la relación de la prensa con la sociedad y la política de aquella época. El director del periódico le mandó a cubrir cómo se había vivido en la provincia uno de aquellos referéndums franquistas sobre alguna reforma legislativa en los que el resultado estaba decidido antes de celebrarse la votación. Tras pasar la jornada visitando varios pueblos, el joven periodista volvió a la redacción y entró al despacho del director con un par de buenas historias bajo el brazo. En una localidad, el alcalde se había encargado de ir mirando, una a una, todas las papeletas de los vecinos, no fuera a ser que alguno se equivocase y votase lo que no era. En otro pueblo, una señora pidió que su marido, fallecido unos meses atrás, pudiese participar en la votación: el hombre era muy franquista y se llevaría un disgusto si se quedase sin apoyar lo que el caudillo había pedido que se apoyase. El argumento pareció ser lo suficientemente consistente y los responsables decidieron que el muerto votase. El director del periódico decidió que, aunque las historias eran coloridas, era mejor que nada de eso se publicarse.

A pesar de ser éste el día a día, contaba Martí Gómez en el libro, la relación entre él y su director siempre fue buena. En una ocasión, tras ser enviado a cubrir la conferencia de un Delegado del Movimiento en la provincia, el alto cargo llamó al periódico para pedir que despidiesen a aquel joven. Al parecer, su crónica posterior contenía una clara manipulación: no había escrito que “las palabras del señor Delegado fueron recibidas con una gran ovación por los asistentes”. El director del diario se tuvo que inventar una buena excusa para proteger a Martí Gómez. Viene recomendado desde arriba, por alguien importante del régimen, improvisó. El Delegado no quiso meterse en líos y colgó refunfuñando y resignado. El fascismo normalizado, el que ya ha calado hasta los huesos de una sociedad, hace que todo, también la prensa, funcione así. Y que la más cutre de las censuras se quede en anécdotas divertidas.

Cincuenta años después, otros hacemos los primeros pinitos en un país, por suerte, muy distinto a aquel. Aunque a veces no tanto. Yo, personalmente, tengo la suerte de trabajar en un medio en el que no me censuran una pieza cuando describo a partidos como Vox como “extrema derecha” o “fascismo”. No soy muy original, sólo describo: es fascista quien persigue al diferente y al más débil, quien vende odio por votos. Pero soy consciente de que lo mío es un golpe de suerte. Ni mucho menos es esa la normalidad.

En un país en el que ya habíamos normalizado la censura de noticias o enfoques que pudieran dañar a los empresarios que pagan los anuncios en prensa, una nueva moda censora se impone de la mano del nuevo panorama político. Conozco a muchos periodistas, jóvenes y mayores, que se ven obligados a hacer piruetas cuando tienen que hacer una crónica sobre el asunto del momento para que el sueldo mensual les siga llegando. La pirueta consiste en llamar españoles, patriotas, populistas de derechas o radicales –en el mejor de los casos– a esa corriente política que crece alimentándose del odio y el miedo al diferente. La pirueta consiste en no mojarse demasiado. En respetar a quien no respeta. Al fin y al cabo, en blanquear el fascismo. En CTXT no lo hacemos, ni pensamos hacerlo. Desde 2015 tratamos el auge de la extrema derecha en Europa y todo lo que supone de retroceso en Derechos Humanos y libertades civiles, en el grave peligro que supone. El lema es “Orgullosas de llegar tarde”, pero a veces –es lo que tiene ser libre para pararse a observar– llegamos antes en los análisis que hacemos para ti. Ahora nos toca tratarlo (y sufrirlo) de cerca, en nuestro país. Han llegado como opción de éxito, capaz de decidir la gobernabilidad de un lugar tan libre y abierto como (mi) Andalucía. Han llegado para despreciar a la prensa. Para, como en aquellos primeros años de periodismo de Martí Gómez, volver a una época oscura en la que el periodismo es un brazo a torcer, a someter. Por eso, cuando el monstruo crece, la prensa libre tiene que crecer más que nunca. Gracias a ti, que apoyas este proyecto periodístico, estamos ahí y ahí seguiremos. Sin miedo, sin mordazas y con ganas de informar, llamando a las cosas por su nombre. Gracias.



 

 

 


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