noviembre 09, 2020

Arqueología de la basura, de Fernando Broncano


Fernando Broncano R    27/8/20

En 1973, el arqueólogo de la Universidad de Arizona, William Rajthje (1945-2012) comenzó un estudio fascinante. Durante varios años, él y su equipo excavaron con los métodos arqueológicos más ortodoxos el vertedero de Tucson, Arizona, estudiando la composición de la basura depositada en aquel lugar, tan poco propicio al turismo (algo equivocado, porque cuando todavía las autoridades autonómicas permitían vertederos en los pueblos yo no me perdía uno en los paseos: son, eran, territorios fascinantes). Su libro "Basura. Una arqueología de los desechos" es un ejemplo de esas transgresiones disciplinares que son tan luminosas: hacer arqueología del presente estudiando lo que la gente arroja de sí. Tan importante es observar lo que la gente consume como lo que desaprovecha. Es un método de análisis antropológico, cultural, sociológico, extremadamente productivo. Ahora puede que sea más complicado por la cosa del reciclado y los tratamientos industriales. Pero, si fuera posible, me encantaría hacer una exploración parecida, con los alumnos, por los cubos de basura de la ciudad. Por barrios y distritos, por comunidades. Anotar las vidas de la gente anotando sus desechos.
No es pues una tontería pensar que la gente que vive en la calle explorando los cubos de las comunidades (hay una hora en que es fácil verlos) tenga conocimientos más precisos sobre la ciudad y sus habitantes que la mayoría de los ciudadanos incluyendo las autoridades.

Por cierto, creo que en 2004 (o 2005, ya no recuerdo), con ocasión del los días de PAN, una reunión de poesía que organizaba Fabio de la Flor en el pequeño pueblo de Morille, Salamanca, el alcalde me dejó un pequeño terreno, el corral del concejo, para que hiciese una instalación. Durante meses, fui recorriendo los caminos del pueblo recogiendo lo que por allí se tiraba y lo fui depositando en el corral (la gente le decía al alcalde que habían visto a un loco recoger basura y echarla en el corral, a lo que el alcalde respondía "no os preocupéis, está controlado"). Con toda aquella basura organicé lo que llamé "jardines de la memoria y el olvido", con varios textos poéticos y con varios escenarios. El corral parecía algo extraño, producía impresiones contradictorias, entre lo sacro y lo ominoso. Pero yo aprendí muchísimo sobre la vida de la aldea.
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Marisa Peña
9/11/20

Madrid es un barco a la deriva. Abandonado por los que la gobiernan y por los que podrían tomar los mandos en caso de necesidad. En Madrid no se hacen PCR ni ninguna prueba a los contactos a menos que tengan fiebre o se encuentren realmente mal, es el paraíso de los asintomáticos y el infierno de los enfermos crónicos a los que nadie atiende por falta de medios y capacidad. En Madrid ya no existe la medicina preventiva ni la salud pública. Madrid es un barco a la deriva, eso sí, con bares, centro comerciales y luces de navidad.


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