Cuanta más agua se extrae para regar, más se hunde el suelo, lo que abre la puerta a la inundación. En España, a base de sobreexplotar acuíferos, se empeora la depresión del terreno. Ese hundimiento supone un “peligro silencioso” ante la subida del nivel del mar o las avenidas torrenciales de la España inundable.