marzo 10, 2007

El precio de una negra: Javier Ortíz (5.1) (35.6)

De la página: http://www.onubenses.org/columnistas
Artículo publicado por Alargaor el 9/3/07.
Sección: Me gustas mucho, u uu, me gustas mucho tú. Confeccionado por: Javier Ortíz

La mozambiqueña Graça Machel denunció en el II Encuentro de Mujeres Españolas y Africanas, clausurado ayer en Madrid, que el mundo occidental trata con más consideración a las vacas que a las mujeres africanas. «Moralmente, una vaca no puede ser mejor tratada que una mujer», subrayó Machel, de cuyos títulos de autoridad no voy a hacer mención, porque me ocuparía más espacio del que dispongo.
«Moralmente», dijo. Pero no estaba hablando de moral, sino de economía.
La cuestión que planteó remite directamente a la consideración de los respectivos valores de cambio.
Antonio Machado rechazaba, como Graça Machel, la confusión entre valor y precio. Hermoso, dignísimo error, pero error. El valor de cambio –el precio– se establece en función de criterios de rentabilidad, dentro de los cuales la ética, e incluso la estética, no pintan nada. Uno paga tantos euros por un litro de ácido sulfúrico, pongamos por caso, no porque considere que el ácido sulfúrico es entrañable, bello y noble, sino porque le sirve. Y paga esa cantidad de euros porque le compensa.
Pues tal cual.
En los mercados africanos, las vacas alcanzan un alto valor de cambio no sólo porque sirven para dar leche y, llegado el caso, una gran cantidad de carne, sino también –y sobre todo– porque no abundan. Las mujeres jóvenes tienen una buena fuerza de trabajo y otras potencialidades estimables, sin duda, pero no son extraordinarias. Ni sus potencialidades ni ellas mismas. Hay negras de sobra.
Graça Machel se refirió a las mujeres africanas porque estaba en un encuentro de mujeres, pero podría haber hecho comparaciones similares –de hecho las apuntó– referidas a los hombres de su misérrimo continente abandonado. ¿A cuanto está el kilo de miserable negro? (Perdón por no decir subsahariano. Ya sé que da igual dejar que se mueran de asco, pero que es espantoso utilizar un lenguaje políticamente incorrecto.)
Por no hablar de sus niños: ¿cuánto cuesta un niño negro aleccionado para disparar contra quien sea, cuando sea?
¿Cuánto vale un miserable africano para un niño africano que dispara?
¿Por cuánto le sale una pobre africana a un pobre africano que la explota y oprime?
No se trata de preguntas retóricas. Todos esos kilos tienen precio. El libre mercado está para eso.
Es posible que los hombres africanos estén más cotizados que las mujeres africanas. Tal vez porque tienen más fuerza de trabajo, metidos en una mina o empujando un carro. O porque las mujeres estén menos dispuestas a empuñar un kalashnikov y destripar a varias docenas de sus semejantes.
¿Hiere vuestra sensibilidad que me exprese en estos términos, deliberadamente crudos? De ser así, no culpéis a los términos. Culpad a la realidad. O id más al fondo: culpad a los criterios que la rigen. Están consagrados por lo que llamamos «libertad de mercado».
Ah, por cierto: el presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, tuvo palabras muy amables a la hora de clausurar el II Encuentro de Mujeres Españolas y Africanas. No dijo nada sobre el precio de las mujeres y las vacas. Por supuesto

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