enero 19, 2010

Hay vida más allá del empleo: Cive Pérez

(Publicado por Cive Pérez en jueves 19 de noviembre de 2009 12:59 en su blog Carnet de paro. Un texto estupendo de canto a la vida y sus preciados dones, minusvalorados. PAQUITA) carnetdeparo.blogspot.com/

Si en algo están de acuerdo los sociólogos, los economistas y los políticos del Orden Establecido, es en ese lugar común de que el trabajo estructura nuestras vidas. Claro está que unos y otros cobran por organizar esa estructura. Sin embargo, hay que decir que, más allá del empleo [ese artefacto social que organiza el trabajo asalariado bajo disciplina y beneficio ajenos] hay vida. De hecho, la vida comienza a la salida del tajo, de la fábrica, de la oficina. Según John Lennon, "La vida es eso que pasa mientras tú estás muy ocupado”

Me reprenden amablemente algunos colegas por no actualizar con más frecuencia este blog. Tienen razón en parte, pero es que, aparte del blog, tengo muchas ocupaciones. Aunque ninguna de ellas de la índole a la que se refiere Lennon: Life is what happens to you / while you're busy making other plans, escribió en Beautiful Boy, canción dedicada a su hijo Sean. Muchos siglos antes, el cordobés Lucio Anneo Séneca, hacía una reflexión similar en su tratado De la brevedad de la vida:

Oirás decir a muchos que en llegando a cincuenta años se han de retirar a la quietud, y que el de sesenta les jubilará de todos los oficios y cargos. Dime, cuando esto propones, ¿qué seguridad tienes de más larga vida? [...] ¿No te avergüenzas de reservarte para las sobras de la vida, destinando a la virtud sólo aquel tiempo que para ninguna cosa es de provecho? [...] No hay quien pueda restituirte los años, y ninguno te restituirá a ti mismo: la edad proseguirá el camino que comenzó, sin volver atrás ni detenerse; no hará ruido ni te advertirá de su velocidad; pasará con silencio; [...] ¿Qué se seguirá de esto? Que mientras tú estás ocupado huye aprisa la vida, llegando la muerte, para la cual, quieras o no quieras, es forzoso desocuparte.

Entre mis ocupaciones vitales está la de caminar por campos, bosques y montes. “Si un hombre pasea por los bosques, por amor a ellos, la mitad de cada día, corre el riesgo de que le consideren un holgazán; pero si se pasa todo el día especulando, cortando esos bosques y dejando la tierra desnuda antes de tiempo, se le aprecia como ciudadano laborioso y emprendedor. ¡Como si el único interés de una ciudad por sus bosques fuera talarlos!”

En la medida en que ello me es posible, acostumbro a guiarme por el principio contenido en esta reflexión de Henry David Thoreau, el filósofo estadounidense autor de ese magistral canto a la Naturaleza que es Walden. Entre otras certeras genialidades, Henry opinaba también que si vendiera sus mañanas y sus tardes a la sociedad, como parece hacer la mayoría, no le quedaría nada por lo que mereciera la pena vivir.

Así que me disculparán ustedes por mis frecuentes escapadas al monte. Como la que acabo de hacer por una de las gargantas de Gredos. No seré demasiado explícito en su descripción, para no facilitar el acceso a los consumidores de paisaje. Esos que lo primero que consumen es su existencia en el empeño de especular, arrancar y agotar las materias primas de la tierra dejándola devastada y contaminada. Y lo peor, es que generalmente, desempeñan estos oficios como asalariados por cuenta y beneficio de otro. Luego, el escaso tiempo libre que les queda, necesitan consumir lo que sea: bienes, servicios, viajes, paisaje... Pero siempre deprisa, deprisa: llegar, cámara en ristre fichar en el lugar de turno, como el vigilante en su ronda nocturna, y a otra cosa, mariposa.

Sin embargo, para aquellos que se toman las cosas con algo más de calma, les daré una pista. La garganta en cuestión es aquélla por la que accedían a las altas cumbres de Gredos los primeros visitantes ilustres, o ilustrados. Entre ellos Miguel de Unamuno, que vivamente impresionado ante la visión de estas graníticas moles escribió:

Solo aquí en la montaña,
solo aquí con mi España,
-la de mi ensueño-,
cara al rocoso gigantesco Ameal,
aquí mientras doy huelgo a Clavileño,
¡Con mi España inmortal!
Es la mía, la mía, sí, la de granito
que alza al cielo infinito,
ceñido en virgen nieve de los cielos,
su fuerte corazón,
un corazón de roca viva
que arrancaron de tierra los anhelos
de la eterna visión.

También Camilo José Cela, cuenta en uno de sus libros de viajes, que fue por esta garganta donde inició la potente calcetinada que le permitió cruzar la cordillera de norte a sur. Por un intrincado y áspero itinerario que le honra como caminante. Aunque, algo fantasmón, se jacta de haberlo realizado en una sola jornada.

Llovió durante mi estancia, y hube de permanecer bastante tiempo resguardado en los elementales y rudimentarios chozos de pastores que todavía perduran en la garganta, y en los que pernoctamos quienes no conocemos la prisa. Ni tampoco la necesidad de añadir nuevas muescas a la tablilla del ridiculum vitae. Aparte de que hará ahora algo más de un mes que entré en la garganta por arriba, viniendo desde el rocoso gigantesco Ameal.

En otro lugar ya he hablado de un conjunto de razones para no trabajar demasiado. Y es que, más allá del artefacto social del empleo, de sus pompas y sus obras, de sus miserias y precariedades, hace tiempo que aprendí del sabio Bertrand Russell que:

El amante, el poeta y el místico hallan una satisfacción más completa que la que pueda conocer el buscador de poder, ya que pueden descansar en el objeto de su amor, mientras que el ávido de poder debe estar perpetuamente ocupado en alguna nueva manipulación, si no quiere experimentar una sensación de vacío. Creo por tanto, que las satisfacciones del amante, usando esta palabra en sentido más amplio, exceden a las satisfacciones del tirano y merecen un puesto más elevado entre los fines de la vida. Cuando llegue la hora de mi muerte, no sentiré haber vivido en vano. Habré visto los crepúsculos rojos de la tarde, el rocío por la mañana y la nieve brillando bajo los rayos del sol universal; habré olido la lluvia después de la sequía, y habré oído al Atlántico tormentoso batir contra las graníticas costas de Cornwall.

Pues, más o menos, aunque mi granítico entorno no fuera marítimo, sino eje de cordillera donde convergen los cordales mesetarios.


2 comentarios:

Manolo dijo...

Hago mías todas y cada una de la palabras de Cive. Más que nada porque pienso igual. Tampoco diré cual es esa garganta, aunque es de sobra conocida y pateada. La que baja paralela a ella, por la derecha, es aún más agreste y sólo ves a las cabras, que por allí si huyen de la gente. La de la izquierda, bajando, también se camina poco, sobretodo en su parte alta. Los versos de Unamuno, de su poema Gredos incluído en Andanzas y visiones españolas, los publiqué también en mi blog para acompañar una vista del Ameal desde el Venteadero.
Besos

Cive Pérez dijo...

Para el buen entendedor.., las pistas son suficientes y Manolo no ha tenido problemas para identificarla. Claro que juega con cierta ventaja ya que vive en Bejar,según creo entender. En la excursión de la que doy cuenta pensaba subir por la garganta descrita y bajar por la 'de la izquierda' que dice Manolo. Haciendo noche en un refu que unos dicen de la Aliseda y otros de los Regajos, traspuesto el Meapoco, pero en los lanchares de la primera se echó tal niebla que... si hay que ir se va, pero ir pa ná... volvimos por donde vinimos. Salud, y nos vemos en el monte.