enero 05, 2021

OBITUARIO. Guadalupe Grande, la derrota innecesaria

Ángeles Fernangómez  

 
Qué buen artículo el que El País dedica a Guadalupe Grande. Lástima que sea con motivo de su fallecimiento.

MANUEL RICO   3 Ene 2021     Fallece a los 55 años en Madrid la poeta “sin tendencia”, crítica y traductora, autora de ‘El libro de Lilit’

Hay noticias que, en un instante, remueven todo un mundo. Fue el domingo, cuando nos llegó, como un afilado golpe de viento en una tarde muy fría, la noticia. Guadalupe Grande ha muerto. Por si no teníamos bastantes dosis de dolor y perplejidad tras la marcha de Félix Grande y de Francisca Aguirre entre 2014 y 2019, la de Guadalupe, Lupe para casi todos, nos dejaba en el borde del abismo. Recordé, mientras caminaba de vuelta a casa por las calles del barrio, conmocionado por la llamada telefónica, que había transcurrido la friolera de dos décadas desde que, en 1999, escribí el prólogo de la antología colectiva Pasar la página. Poetas y poemas para el fin del milenio. Guadalupe Grande era uno de los nombres incluidos. Yo había leído, a lo largo de 1998, su primer libro, a la sazón Premio Rafael Alberti de Poesía de ese año, titulado El libro de Lilit, y de aquella lectura no había salido indiferente. Y la situé en el capítulo titulado Islas poéticas que no hacen archipiélago, es decir, entre aquellos poetas cuya singularidad impedía incluirles dentro de una corriente más o menos reconocible. Era, parafraseando a Valente, una poeta “sin tendencia”.

Nacida en Madrid, 1965, creció y maduró en el corazón de la literatura, especialmente de la poesía. Sus padres, Félix y Paca, fueron, en el domicilio madrileño de la calle Alenza, 8, anfitriones de gran parte de los escritores que, a finales de los sesenta y durante la década posterior, llegaban de América Latina bajo el aura del “boom”, o desde la España periférica a buscar la gloria en la ciudad de Madrid. Ella se licenció en Antropología Social y desde muy joven empezó a escribir poesía, a participar en tertulias, a leer con mucho criterio y a fondo, cuanta poesía tenía a su disposición en la biblioteca del interminable pasillo de la calle Alenza (...)

Con un lenguaje engañosamente conversacional con sutiles engarces con la mística y con lo irracional, sus versos siempre han estado esponjados de melancolía, de una extraña tristeza: “Huir es un naufragio, / un mar en el que buscas tu rostro, inútilmente”. De César Vallejo a Machado, de Carlos Edmundo de Ory a Sylvia Plath o Alejandra Pizarnik. Morir a los 55 años es una derrota innecesaria. Odiosa y radicalmente injusta.

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