abril 14, 2009

UNA NACIÓN LIBRE Y JUSTA: Ángel Bahamonde Magro

Texto extraído de la red www.entermatica.com/jornadas/XIII%20Jornadas/una%20nacion%20justa.htm
XIII Jornadas de Historia de Madrid, con motivo del 75 aniversario de la proclamación de la II república, organizadas por el ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid (tuvo que ser en 2006)
TEMAS DE REFLEXIÓN: UNA NACIÓN LIBRE Y JUSTA, LA POLITICA DE IGUALDAD, EL PROBLEMA RELIGIOSO, LA REFORMA AGRARIA, LA CONSTITUCIÓN DE 1931, LA CULTURA, LA EDUCACIÓN y el CONTEXTO HISTÓRICO.

"El 14 de abril de 1931 quedó instaurada la República en España. Se trataba de un profundo cambio de sistema político que iba a llevar aparejado unas radicales transformaciones en el campo de la política, economía y sociedad que responderán a los desacuerdos expresados en el conjuntos de una sociedad que había experimentado cambios muy significativos desde principios del s. XX.

El proyecto de democracia republicana se asentó sobre dos pilares. En primer lugar el universo del republicanismo español, cuyo horizonte residía en la expresión del concepto de ciudadanía; hacer de cada español un ciudadano sujeto y objeto de derechos, deberes y valores políticos y cívicos. Esto significaba superar definitivamente el caciquismo que había definido las relaciones sociales y políticas desde mitad del siglo XIX. En gran medida esa idea que el republicanismo tenía del ciudadano coincidía con la etapa histórica en la que la democracia de masas empezó a irrumpir en los países europeos y americanos y a plantearse unas reglas del juego político.

El otro pilar del experimento del proyecto republicano del 1931 era el Partido Socialista Obrero Español. Se había adherido al pacto republicano de San Sebastián a finales de 1930. Esta conjunción republicano/socialista consiguió el triunfo de las elecciones municipales de 12 de abril de 1931, que se convirtieron en un plebiscito contrario a la persona de Alfonso XIII y en general al sistema monárquico, obsoleto e incapaz de responder a las demandas sociales del pueblo español.

El socialismo aportó al proyecto republicano de 1931 su idea de los derechos sociales, completando así la visión progresista que los partidos republicanos tenían de los derechos políticos. Téngase en cuenta que nuestro país marchaba a la zaga de los países occidentales en lo social. La legislación española era parca, estaba poco extendida. No existía una protección social mínimamente estable. En junio de 1931 se celebraron elecciones a Cortes constituyentes. La conjunción republicano-socialista obtuvo una amplia mayoría que le permitió diseñar la Constitución de 1931, en función de dos ideas: extensión de la ciudadanía y derechos sociales.

La Constitución aprobada en diciembre de 1931 define a España como un país de trabajadores de todas clases. Crea un marco de igualdad para toda la ciudadanía al declarar que ningún español podrá ser objeto de discriminaciones por razones de edad, sexo, condición social o creencias. El texto hacía equivalente al hombre y a la mujer, respetaba los derechos del niño, cuya tabla de universal acababa de ser aprobado en Ginebra, y rompía cualquier forma de privilegio: todo español se convertía en ciudadano. Esta equiparación de mujer y hombre significó el derecho a voto para la misma o la capacidad para iniciar un proceso de divorcio. Se trata de un marco teórico y jurídico legal que hubiera tardado mucho tiempo en hacerse realidad social. La república duró poco tiempo y no hubo lugar de ver en la práctica esta equivalencia hombre-mujer.

En este proyecto republicano triunfó la idea de que ciudadanía significaba consolidar la democracia política. Para ello había que hacer profundos cambios en la concepción del ejército y la Iglesia. El texto constitucional así lo hizo. La legislación posterior desarrolló este principio. Apartó al ejército de la política y se planteó una serie de acciones para modernizarlo. En última instancia la idea residía en que el ejército se entremezclara con el resto de la sociedad.

Igualmente se establece una separación entre Iglesia-Estado. Es uno de los temas más controvertidos de aquel periodo. Una Iglesia más acostumbrada a interferir, cuando no a dominar la política y la sociedad. Difícilmente aceptaría una transformación de tal calado, sobre todo en un punto: la enseñanza. La Constitución de 1931 prohibió a las órdenes religiosas impartir enseñanza y ordenaba a la Iglesia a buscar la autofinanciación desde diciembre de 1933.

España continuaba siendo un país agrario en 1931. Es cierto que los avances de la urbanización y el crecimiento de las ciudades habían sido estimables entre 1900-1931, pero la mayoría del pueblo español seguía sujeto a estructuras arcaicas de carácter mental y real. La reforma agraria fue uno de los estandartes del proyecto republicano. Se señalaban tres razones. Desde el punto de vista social crear un capa de campesinos partidarios del nuevo régimen y reivindicados en este siglo, la tierra para quien la trabaja. Desde el punto de vista económico se trataba de redistribuir la riqueza y ampliar el consumo interno. Desde el punto de vista político sería la irrupción del concepto de ciudadanía en el campo que había sido uno de los grandes fracasos del liberalismo español de finales del s. XIX, incapaz de entrar en el campo.

Los socialistas instaron para que la Constitución de 1931 recogiera la idea de los derechos sociales del hombre que la Constitución de Weimar, de 1919, había fijado la senda a seguir. Así, el texto recoge los derechos a la seguridad social, jubilación, seguro de enfermedad, paro, y salario mínimo. Igualmente se refiere al nuevo papel que ha de jugar el estado en su relación con el mundo económico. La constitución recoge términos tales como intervención, nacionalización y socialización, lo que significa una novedad en el constitucionalismo español.

No olvidemos que las constituciones del siglo XIX se centraban en los derechos políticos y no sociales. Este conjunto de transformaciones fue complementado por una intensa actividad cultural. Desde principio de siglo, España vivía uno de los momentos más felices de su historia. Definida como la Edad de Plata de la Cultura, el proyecto republicano había contado con el consenso de una parte muy significativa de los intelectuales españoles. Por eso la segunda república también puede ser valorada como la expresión política de ese enorme despertar cultural.

Los republicanos españoles de 1931 soñaron con que, en cualquiera de los niveles y escenarios en que la consideremos, la cultura estuviera al alcance de todos. Cifraron la estabilidad del régimen republicano en la universalización de la cultura. Sin duda fue uno de los logros más significativos y emotivos de aquellos individuos que quisieron cambiar a España de raíz. Era insoportable el índice de analfabetismo del 60% de la población, que en el caso de las mujeres era más intenso. En pocos meses España se inundó de escuelas. Se elevó a cotas inimaginables hasta entonces la formación, la capacidad económica y el prestigio social de los maestros. Los mejores símbolos son las misiones pedagógicas o la Barraca. Hay testimonios documentales en los que podemos ver a unos campesinos, que llevan en sus caras y en sus cuerpos la decadencia biológica de un siglo y la inexpresividad de unos ojos poco acostumbrados a la belleza, contemplar los preparativos de una sesión de teatro clásico español. Sólo se podía universalizar la España ciudadana cuando la cultura estuviera al alcance de toda la población sin tener en cuenta niveles económicos.

La república española en tiempos de paz sólo duró cinco años. Para ser exactos, el tono reformista estuvo vigente en el periodo 1931-33, cuando funcionó, sujeto a múltiples tensiones el gobierno republicano socialista, que desde diciembre de 1931 estuvo dirigido por Manuel Azaña Díaz, encarnación del compromiso de los intelectuales en este proyecto de gran alcance. Por tanto se puede decir que este programa quedó plenamente esbozado, pero sólo desarrollado en la práctica de manera parcial. La República no tuvo tiempo histórico para transformar la realidad española, tal y como había surgido, siguiendo el plan de 1931.

La Reforma agraria de 1932 resultó desde el punto de vista técnico, muy difícil de ser aplicada y desde el punto de vista económico muy costosa. Apenas rozó la epidermis del campo español. Para su consolidación hubiera sido necesario mucho tiempo y otras circunstancias históricas. Finalmente el campo español de la zona latifundista andaluza, extremeña y manchega se sintió defraudado al no ver colmadas sus expectativas. El hambre de tierras siguió marcando la tónica general. Se ha dicho con razón que en este ámbito el proyecto republicano fue muy tímido.

El cambio de relaciones entre capital y trabajo ocupó enormemente el interés de los gobernantes republicano. Se estableció un tejido de seguridad social desconocido hasta entonces. Quizás los logros más significativos tienen lugar en el campo de la cultura, que como se ha dicho era el principal foco de atención de la república española.

El problema reside en que cada una de las reformas generaban una reacción anti-reformista por parte de las clases sociales dominantes anteriores y que ahora veían peligrar sus privilegios y hegemonías.

La reforma militar trajo la incertidumbre a los cuarteles más conservadores, sobre todo a aquellos que habían forjado su mentalidad y ascensos en la larga guerra de Marruecos, es decir, en una guerra de tipo colonial.

La legislación en este sentido, dirigida personalmente por Manuel Azaña, tuvo unos efectos contrarios a los esperados. La Ley de Retiro no ayudó a la república a civilizar el ejército español ya que fueron los sectores más progresistas los que se acogieron a esta ley para encontrar acomodo en la vida civil.

Las disposiciones legales tendentes a separar Iglesia de Estado crearon un ambiente contrario a la república en los sectores de la jerarquía eclesiástica que transmitió en cascada a muchos católicos españoles la idea de una república atea, fruto de las logias masónicas, “los sin Dios”. Probablemente los intelectuales republicanos a veces utilizaron un tono excesivamente anticlerical e inapropiado para un país que había estado sometido al control de una Iglesia poco formada culturalmente y con escasa capacidad de apertura. Llama la atención, en relación con lo que sucede en otros países, la ausencia de un catolicismo liberal.

La segunda república se instaló en España en un contexto histórico universal favorable. Por un lado, es el momento de auge de los totalitarismos de corte fascista que se resolvería bajo poderes diferentes pero homologables: fascismos, nazismos, nacional catolicismos. Igualmente, la situación económica está deteriorada por los efectos de la crisis de 1929 que tuvo unas consecuencias planetarias.

Parece ser que en España la situación económica tuvo unos efectos más tardíos, a partir de 1932. Pero sus consecuencias fueron igualmente negativas. No olvidemos que el proyecto reformista era muy caro para las arcas del Estado ya que suponía un nivel de intervencionismo desconocido. Así se dio una contradicción entre el alto coste y el momento de crisis económico.

Las reformas encuentran, pues oposición de los sectores más conservadores de la sociedad española, pero también la resistencia de los anarquistas. Por un lado la CNT-FAI recogió la decepción de la lentitud de algunas reformas como la agraria, pero además los sectores más radicales del mundo anarquista (FAI) valoraron la república como un experimento burgués, cuyas reformas acabarían por adormecer el espíritu revolucionario del campesino español. El anarquismo radical coadyudó a matar las reformas para favorecer la revolución.

La república española murió en 1939, fruto de la violencia de una guerra civil que duró tres años. Aunque durante muchos años ha sido desconocido para gran parte de los españoles que la legitimidad republicana siguió existiendo en el exilio, concretamente en Méjico, país que no estableció relaciones diplomáticas con el régimen de Franco y siguió reconociendo a la republica como el único representante español.

A pesar de todo, el mundo de la república del 31 ha tenido una presencia en la Constitución de 1978, concretamente a la hora de explicar la ordenación territorial o al concebir los derechos sociales de los ciudadanos".
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FOTOS que se pueden ver, acompañando al texto, en la página arriba mencionada:
1.- Puerta del Sol el 14 de abril de 1931. Proclamación de la II República.
2.- Los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
3.- Mesa de las Cortes de 1931, bajo la presidencia de Julián Besteiro.
4.- Portada de la Constitución aprobada en diciembre de 1931
5.- Gobierno de Manuel Azaña de izquierda a derecha: José Franchy Roca (Industria y Comercio), Marcelino Domingo (Agricultura), Francisco Largo Caballero (Trabajo), Lluís Companys (Marina), Agustín Viñuales (Hacienda), Francisco J. Barnés (Instrucción Pública), el propio Azaña (asimismo, ministro de la Guerra), Fernando de los Ríos (Estado), Álvaro de Albornoz (Justicia), Santiago Casares Quiroga (Gobernación) e Indalecio Prieto (Obras Públicas). Tan sólo falta en la imagen el responsable de la cartera de Comercio, Diego Martínez Barrio.

1 comentario:

Filoabpuerto dijo...

"En este proyecto republicano triunfó la idea de que ciudadanía significaba consolidar la democracia política".

Una idea, por lo demás necesariamente vigente: no podemos descuidarla y habría que hacer más por "revitalizar" la salud de esta Democracia que tenemos.

¡Un saludito paquitita !

Merce