Volvió a Paradinas tras seis años de ausencia. Llegó a primeros de agosto.
El pueblo no había cambiado prácticamente nada, salvo alguna fachada remozada; los que habían cambiado eran los muchachos y muchachas, así como ella, estaban en plena pubertad, las hormonas revueltas y ellos ignorantes de su existencia.
Sus tíos ya se habían casado, desapareció la mula de la cuadra y se quedaron solas ella y la abuela.
La abuela ... no era cariñosa, tenía maneras de egoista, quizás no pudo ser de otra manera, originaria de Aragoneses -vuelve a aparecer Aragón en mis escritos, como rosa y como espina- vino aquí al casarse con el abuelo, del que Franca no recuerda nada, murió siendo ella pequeña.
Nunca escuchó virtud alguna del abuelo por boca de sus tíos, en cuanto a su padre siempre le tachó de borracho.
Y llegaron las fiestas, el periodo más esperado, el más deseado por todo el pueblo, las fiestas de La Virgen de las Mercedes.
Y con las fiestas llegó él, el chico más guapo, simpático, ingenioso, de los hasta ese momento conocidos, Félix. Vivía en Madrid, adonde sus padres habían emigrado buscando una vida mejor ¡como todos los que emigran!. Era del barrio de Argüelles, más concretamente de la calle Gaztambide, y un año mayor que ella, tenía trece.
Fueron cuatro días de ensueño, ella se laceraba renegando de lo irremediable ¿no podía haber ido antes? Tuvo que aparecer al final de sus casi dos meses de estancia.
La última noche fue el colofón, tras entrar ella en casa, al poco, comenzó una serenata. Primera y única vez en su vida. Acompañado de varios muchachos le cantó ... no recuerda qué canción.
¡Qué bonito! ¡Qué romántico! ¡Qué llorina! El primer amor de su vida.
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PAQUITA
1 comentario:
Hola, muy bueno el relato, yo soy de Paradinas y quisiera saber en que año sucedio lo que relatas y quien eres familoa solo por curiosidad
un saludo
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