(Publicado por Dafne en martes 5 de enero de 2010 en su blog Una vida y mil historias. PAQUITA)dafne-milhistorias.blogspot.com/
Había dejado las compras para el último momento, quizás por la pereza, el tiempo lluvioso invitaba poco a salir de casa o tal vez porque no sabía qué elegir; lo cierto era que, a las doce de la mañana de la víspera de reyes, todavía no había decidido qué regalarle.
Paseaba distraídamente mirando a un lado y a otro los escaparates de las tiendas; camisas, corbatas, suéters, se exhibían sin pudor bajo los focos, adornados con lazos rojos, tiras brillantes o bolas de colores.
Nada le llamaba excesivamente la atención, iba a dar media vuelta para salir del centro comercial cuando recordó sus manos.
Una rápida ojeada al lugar y la descubrió, empujó la puerta de la relojería y, mientras esperaba pacientemente a que la dependienta la atendiese, se perdió entre la gran bandeja de relojes que aguardaban para dar su hora.
La esfera negra la invitó, entrecerró los ojos y se dejó llevar, prendida del segundero. La cucharilla tintineó al girar desliendo el azúcar en la taza, sus dedos, largos y ágiles, la sujetaban con firmeza. Ella permanecía atenta al gesto y al bronceado de su piel, cuando cambiaron de tacto, para rozar suavemente el níveo mantel.
Las manos siempre habían sido su fetiche y, por ende, todo aquello que en ellas había; anillos, pulseras, pero sobre todo el reloj. Los relojes rectangulares, de esfera negra y correa de piel, eran sus preferidos.
Aquella mano debería llevar uno. La mano que rozaba su nuca, dibujando círculos o tal vez infinitos, erizando su piel. Los dedos que conocían las curvas de su lobúlo, la senda de su mentón, el calor de sus labios, la humedad de su boca.
Manos para mecerse en los segundos, degustar los minutos y anhelar las horas de juegos con los brillos de su nylon, deslizarse por ellos, volver una y otra vez hasta encumbrarse.
Otras manos, ofreciéndole el reloj, la sacaron de sus pensamientos; en estos momentos ya no tenía ninguna duda al respecto, aquel reloj marcaría los segundos de su deseo.
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