diciembre 16, 2010

Homenaje a Melchor Rodríguez: Crónica de una emoción

El 16 de septiembre un acto en el Ateneo de Madrid reivindicó la memoria del inolvidable libertario www.memorialibertaria.org/spip.php?article941

Desde que el movimiento de la sociedad civil de recuperación de la memoria histórica surgió en nuestro país, muchos han sido los actos para reivindicar la actuación de personas ya desaparecidas, pero que en aquellos días de barbarie constituyeron un ejemplo de dignidad y de defensa de sus ideas. A menudo en estos actos, la distancia que en cualquier conferencia o acto público separa a los miembros de la mesa del público asistente desaparece gracias a un sencillo fenómeno de emoción. En el acto de Homenaje a Melchor Rodríguez García - presidido por un cartel con la foto de Melchor y una de sus frases más célebres : “Se puede morir por las ideas, nunca matar por ellas”, que tuvo lugar en el Ateneo de Madrid el día16 de septiembre, esta premisa se dio con generosidad. Se sabe que la presencia de los estrados impone, separa, abre espacios entre el público y los oficiantes, consagra huecos y distancias, abre brechas de formalidad muchas veces difíciles de saltar.

El acto en el Ateneo de Madrid borró todos esos contornos porque frente a la distancia inevitable de la mesa a las butacas del aforo, de la imponente presencia de los próceres que desde sus retratos miraban con cierta gravedad, circuló una corriente de calidez y simpatía, una entrañable sensación de que todos los que estábamos allí veníamos a homenajear y conocer la historia de un hombre sencillo que sin embargo hizo algo grande en la historia de España, aunque aún sea bastante desconocido por muchos españoles.

Los asistentes –que prácticamente llenaron el salón de actos- provenían de los medios más variados. Acudieron familiares –tres nietos y una sobrina de Melchor-, amigos del anarquista, –entre ellos Carmen Bueno, viuda del escritor libertario Eduardo de Guzmán- e incluso miembros de la administración, como la secretaria general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo.

A todos, jóvenes y mayores, agradeció su presencia el periodista y escritor Rafael Cid, que moderó el acto. Presentó a los miembros de la mesa, compuesta por Cecilio Gordillo, Ilia Galán y Alfonso Domingo. En la introducción de Rafael Cid ya se comenzaron a apuntar algunas de las claves de la personalidad y la actuación de Melchor Rodríguez, el llamado –a su pesar- “El Ángel Rojo”. Luego, a Alfonso Domingo, que durante cuatro años ha investigado en profundidad la figura de este libertario ejemplar para escribir el libro “Melchor Rodríguez, anarquista con ángel”, que espera pronto ver la luz, le tocó ahondar en ese conocimiento. Para ello introdujo a Melchor con un video en el que intervenían escritores libertarios como Gregorio Gallego y Eduardo Pons Prades, ya fallecidos, y la propia hija de Melchor, Amapola Rodríguez, que por problemas de salud no pudo estar presente.

El escritor dejó claro que Melchor no actuó sólo ni fue el único, pero que su decisión y su coraje fueron vitales para detener las “sacas” de las prisiones de Madrid. Ya desde el primer momento de la guerra, Melchor se dedicó a dar avales, a refugiar a personas perseguidas y a sacar a otros de las checas. Habló de estos y otros aspectos de su vida, y destacó la gesta de la cárcel de Alcalá, donde Melchor se enfrentó en diciembre de 1936 a una turba que quería acabar con los 1532 presos allí encerrados como represalia por un cruel bombardeo franquista, uno de los momentos más difíciles de su vida. Una vida que comenzó en Sevilla en 1893, donde nació en el seno de una familia humilde. Pronto se quedó huérfano y tuvo que ponerse a trabajar como aprendiz de chapista, labor que alternaba con su afición al mundo de los toros, donde llegó a ser novillero, y su afiliación a CNT. Truncada su carrera taurina por dos cogidas, se trasladó a Madrid en 1920, donde fue uno de los anarcosindicalistas más activos, dentro del mundo madrileño, junto con Cipriano Mera, los hermanos González Inestal, David Antona, Mauro Bajatierra y otros.

Alfonso Domingo dejó claro que Melchor Rodríguez García fue una de las figuras más representativas de una corriente anarquista que tuvo en la guerra civil la prueba más dura a la que se puede enfrentar un libertario : defender la vida de sus enemigos. Esta corriente, el anarquismo humanista, tuvo arraigo en varios grupos ácratas de Madrid, entre ellos “Los Libertos”, el grupo al que perteneció Melchor desde sus inicios en la FAI.

La intensa actividad sindical que desarrolló desde las ideas y la acción directa, junto con su labor de articulista y versificador le llevaron numerosas veces a la cárcel. No es extraño pues, que se encargara dentro de CNT del comité progresos y que cuando llegara la guerra, el ministro anarquista García Oliver, le hiciera responsable de las prisiones republicanas entre noviembre de 1936 y marzo de 1937. Posteriormente, hasta el final de la contienda, fue concejal de cementerios de Madrid por la FAI. Como representante del consistorio madrileño, le cupo la tarea de entregar la ciudad de Madrid a los nacionales el 28 de marzo de 1939.

Su actuación humanitaria no le libró sin embargo de la represión de los vencedores, que tras la guerra le sometieron a un juicio amañado, con testigos falsos. En este consejo de guerra le pidieron la pena de muerte y finalmente se la conmutaron por una condena de 20 años, de los que cumplió 5. El general Muñoz Grandes, uno de los que había salvado Melchor en la guerra, tuvo la gallardía de levantarse en el juicio para defender su actuación y aportar la firma de más de 2000 personas salvadas asimismo por el anarquista.

Desde que salió de la cárcel en 1944, Melchor colaboró en varios comités cenetistas clandestinos y en la reorganización de la CNT del interior, sufriendo varias veces la cárcel por ello. En total, Melchor visitó 34 veces la prisión y él mismo decía que era de los pocos presos que había conocido la cárcel bajo los tres regímenes, la monarquía, la república y el franquismo. También se siguió dedicando a los presos políticos, vocación a la que dedicó toda su vida, utilizando para ello las amistades que tenía en el régimen –como Martín Artajo, Girón-, para suavizar condenas y obtener libertades.

Su muerte, en 1972, fue también muy simbólica. Allí estaban compañeros anarquistas y personajes del régimen. Se rezó un padrenuestro y se leyó un poema de Melchor sobre la anarquía. Fue el único caso en la historia del franquismo en que alguien fuera enterrado con una bandera anarquista.

Tras la intervención de Alfonso Domingo, Rafael Cid añadió que ese ejemplo de humanismo anarquista que Melchor había dado era el mismo que había animado a otros a lo largo de la guerra. Entre ellos citó a Durruti – que protegió a un sacerdote al que hizo su secretario en la guerra civil- a Peiró o Abad de Santillán.

Cecilio Gordillo, por su parte, enlazó la convocatoria y el homenaje que se celebraba con otros rescates de la memoria histórica libertaria, como el caso del médico Pedro Vallina y el maestro Sánchez Rosa, ambos sevillanos, como Melchor. En la campaña para reivindicar esta memoria ya se ha conseguido que el Ayuntamiento de Sevilla rotule con el nombre de Melchor Rodríguez una de las calles del municipio, precisamente cerca de una barriada que levantaron los republicanos encarcelados del “canal de los presos”.

También se refirió a la actual situación del movimiento de la memoria histórica, y a “Todos los nombres”, que ha recopilado hasta ahora los casos de más de 22.000 personas asesinadas por el franquismo. El que cada uno de estos casos, con sus nombres, pueda dejar de ser un número para convertirse en una persona, con nombre y apellidos, con rostro, con una historia detrás, ha sido una de las razones para continuar con esa misión durante varios años. Todos estos casos se han entregado al juez Garzón, según confirmó Cecilio Gordillo.

El profesor de la Universidad Carlos III, Ilia Galán, habló no sólo de la ética, sino de la estética de los hombres como Melchor. Comenzó hablando de los tópicos, afortunadamente ya superados, que equiparaban anarquismo con bombas y destrucción. Si bien es cierto que en un conflicto como la guerra civil algunos individuos amparados por las siglas anarquistas cometieron tropelías, lo cierto es que el ejemplo de Melchor y de esos anarquistas que salvaron a sus enemigos ideológicos, anteponiendo la vida a cualquier otra cosa, es un ejemplo de ética, algo que siempre va acompañado de una estética.

En la primera de las intervenciones de los asistentes, la secretaria general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, hizo un importante anuncio. Se dará el nombre de “Melchor Rodríguez” a un centro de reinserción que se inaugurará la próxima primavera en Alcalá de Henares. Comenzó un diálogo entre el público y los miembros de la mesa, con numerosas preguntas sobre Melchor y la época que le tocó vivir, además de los actos o acciones que protagonizó. Fue en ese momento cuando se produjeron algunas de las intervenciones más emotivas del acto, entre ellas una protagonizada por un amigo de Melchor que habló de cómo el anarquista se había enfrentado a “la enemiga muerte”. También intervino Melchor Leal, uno de los nietos de Melchor, que agradeció, en nombre de toda la familia, el esfuerzo que tanto particulares como organizaciones estaban haciendo para honrar la memoria de su abuelo.

En esas preguntas e intervenciones se puso de manifiesto la necesidad de insistir con los alcaldes de Madrid y Alcalá de Henares para dedicar sendas calles a su memoria.

Por último, y en una atmósfera emotiva, Ruben Buren, cantautor, artista y biznieto de Melchor Rodríguez, interpretó, junto con Pedro Herrero y Luis Felipe Barrio, una canción de la época de la guerra, “los cuatros muleros” que puso un especial y sentido broche a una velada pródiga en emociones. Cuando todos los asistentes abandonaron el salón del Ateneo se respiraba una atmósfera distinta. La emoción por el ejemplo de este anarquista consiguió que todos saliéramos con un buen sabor de boca y con la convicción de que luchar por las ideas de dignidad, libertad y justicia es algo que honra al ser humano.

MÁS paqquita.blogspot.com/2010/01/melchor-rodriguez-el-angel-rojo.html


1 comentario:

Daalla dijo...

“Se puede morir por las ideas, nunca matar por ellas”. Una gran frase, propia de una gran persona. Es de las que hacen pensar.
Saludos