ctxt.es Por VALERIA PEREIRAS. Navia de Suarna (Lugo) | 26 de Noviembre de 2019
·
ENTREVISTA
Nos
acercamos a la pequeña localidad de la sierra de Os Ancares (Lugo) para
charlar con el director de cine Óliver Laxe (París, 1982) sobre su
película O que arde.
Tras los triunfos cosechados en Cannes y San Sebastián, Óliver Laxe (París, 1982) quiso regresar a sus orígenes para estrenar O que arde
in situ, en una pequeña localidad de la sierra de Os Ancares (Lugo).
“Venimos aquí porque la hemos hecho juntos”, afirma compartiendo su
éxito con todas las personas implicadas en esta cinta que aborda el
abandono del rural y que, trascendiendo sus causas, resulta certera.
Un subidón de autoestima es lo que más se repite entre el millar de asistentes al estreno de O que arde en Navia de Suarna. En la plaza central del pueblo, como si de un cine de verano se tratara pero ya entrado el otoño, está todo listo para el acto. Antes de recibir el calor y el aplauso de toda su familia de Os Ancares, Óliver Laxe atiende a CTXT en un reservado del bar Xegunde.
En una entrevista en Luzes, rodando O que Arde, aseguraba que “querías que el espectador experimente la venganza del rural”.
Parece que se ha conseguido.
¿Se refiere al éxito de la película y a todo el despliegue que se ha montado aquí en Navia para verla?
No recuerdo en qué contexto lo dije, tendría que leer la entrevista, pero sí que hay un gemido de orfandad, y un grito desesperado también, un grito rabioso. Creo que el grito rabioso es mío, sí, bastante mío.
Hay mucha rabia en esta película.
Sí, pero ojo, la rabia está en la película tal cual y a veces está destilada. Hay más amor, más dulzura… De hecho, es una película tangencialmente política. Lo es, sin serlo. Si no hubiera estilizado mi rabia, no habría hecho una película política en el sentido más literal del término, lo cual no quiere decir más trascendente. A veces, las películas más políticas son las que abren el corazón del espectador. No sé si mi peli lo hace, pero tiene esa intención. Y muchas veces, cuando estás todo el rato en la dialéctica, en el lenguaje político, que es de dividir, te quedas fuera de ese objetivo.
Esto se aprecia en esa manera de amar que tienen madre e hijo, Benedicta y Amador, un incendiario exconvicto que regresa a casa tras cumplir condena. ¿Por qué estos personajes?
Por motivos muy similares y muy lejanos. Una madre, porque el amor de una madre es el amor que me parece de los más puros, de los más bellos, porque es un amor a pesar de todo, por encima de todo, un amor que no juzga. Es una casa. Y Amador por lo contrario, porque es alguien fácil de juzgar. Es un personaje un poco vilipendiado por la sociedad. Y esto es normal, yo mismo… Nos ponen un pirómano mañana delante y podemos llegar a apedrearlo. Estoy exagerando, pero de alguna manera es así. Me apetecía ejercitar y poner en práctica lo que es el amor. Qué es amar, incluso a aquel que es tu opuesto o que te hace daño. (...)
Un subidón de autoestima es lo que más se repite entre el millar de asistentes al estreno de O que arde en Navia de Suarna. En la plaza central del pueblo, como si de un cine de verano se tratara pero ya entrado el otoño, está todo listo para el acto. Antes de recibir el calor y el aplauso de toda su familia de Os Ancares, Óliver Laxe atiende a CTXT en un reservado del bar Xegunde.
En una entrevista en Luzes, rodando O que Arde, aseguraba que “querías que el espectador experimente la venganza del rural”.
Parece que se ha conseguido.
¿Se refiere al éxito de la película y a todo el despliegue que se ha montado aquí en Navia para verla?
No recuerdo en qué contexto lo dije, tendría que leer la entrevista, pero sí que hay un gemido de orfandad, y un grito desesperado también, un grito rabioso. Creo que el grito rabioso es mío, sí, bastante mío.
Hay mucha rabia en esta película.
Sí, pero ojo, la rabia está en la película tal cual y a veces está destilada. Hay más amor, más dulzura… De hecho, es una película tangencialmente política. Lo es, sin serlo. Si no hubiera estilizado mi rabia, no habría hecho una película política en el sentido más literal del término, lo cual no quiere decir más trascendente. A veces, las películas más políticas son las que abren el corazón del espectador. No sé si mi peli lo hace, pero tiene esa intención. Y muchas veces, cuando estás todo el rato en la dialéctica, en el lenguaje político, que es de dividir, te quedas fuera de ese objetivo.
Esto se aprecia en esa manera de amar que tienen madre e hijo, Benedicta y Amador, un incendiario exconvicto que regresa a casa tras cumplir condena. ¿Por qué estos personajes?
Por motivos muy similares y muy lejanos. Una madre, porque el amor de una madre es el amor que me parece de los más puros, de los más bellos, porque es un amor a pesar de todo, por encima de todo, un amor que no juzga. Es una casa. Y Amador por lo contrario, porque es alguien fácil de juzgar. Es un personaje un poco vilipendiado por la sociedad. Y esto es normal, yo mismo… Nos ponen un pirómano mañana delante y podemos llegar a apedrearlo. Estoy exagerando, pero de alguna manera es así. Me apetecía ejercitar y poner en práctica lo que es el amor. Qué es amar, incluso a aquel que es tu opuesto o que te hace daño. (...)
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