14/4/2021
EL POEMA
Un poema puede ser lo que es y lo contrario.
Un laberinto, una estructura de múltiples sentidos o también una bala que se dirige al blanco implacable, directa, sin ambigüedad ni miramientos.
El laberinto y la bala deberán ser hermosos según la condición de cada cual.
El canto de un pájaro que escuchamos sentados en un bosque, con una voz oculta, penetrante y solitaria o puede ser el bosque todo, luces y sombras, sonidos que se multiplican, crecen, se confunden, se esconden y aparecen según nos perdemos entre la espesura.
Son uno el pájaro y el bosque, en el poema da igual lo exacto y diminuto como lo difuso y amplio.
El perfecto equilibrio del funambulista que camina sobre el cable a muchos metros de la pista del circo, decidido, sin duda, manteniendo al que lo mira en tensión como si también estuviese en la altura, en el riesgo, en el vértigo mudo. Pero también es la pista donde la troupe de payasos malabaristas alborotan, ruedan, tropiezan de mentira y envuelven a los espectadores en su regocijo, sus chistes y su risa.
Tanto da para el poema el corazón en un puño como la sorpresa, el disparate y su alegría.
La coherencia rotunda de una palmada, un grito, un monosílabo sin más, el silbido de un tren a punto de partir o la incoherencia de los murmullos en una multitud, en medio de la calle, en un estadio, en el andén de una estación.
Es igual que la voz penetre aguda y sola o que rebote en ecos sucesivos, imparables, alborotados.
La exclusividad de un pensamiento independiente, íntimo, lúcido y concreto o la sensación de recoger muchas voces y que todas resuenen a la vez en un coro que llega desde lejos.
Un canto o muchos cantos puede ser el poema.
Es la palabra hecha cuerpo que salta en el abismo de lo desconocido y lo inefable, que arriesga y nos obliga a hacer otro tanto, pero también es voz sutil y reflexiva que se sienta en el banco de un parque a ver pasar los pájaros y la vida.
Pueden ir de la mano el riesgo y la prudencia, lo impetuoso y la reflexión.
El poema puede ser un misterio o un secreto a voces, una sensación exacta o un escozor difuso, una declaración de intenciones o una duda; puede decir lo que dice o sugerir mucho más de lo que dice.
En definitiva es como el dios Jano, con sus dos rostros, aunque tal vez podamos concluir que sea la sensación de un espejo enfrentado a otro espejo, capaz de reproducirse igual y distinto hasta el infinito.
Enrique Gracia Trinidad
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