Durante varios días
no ha dejado de llover en Getafe.
En una pausa, el Sol surge ahogado en agua
y vestido de color carmesí, camino ya del ocaso.
La Avanzada tarde propone pasear,
y con el anhelo de encontrarte
resuelvo salir de casa.
En el parque huele a verde campo
y el aire es limpio y penetrante
Sobre la superficie del lago
duerme algún pato, flotando a la deriva
como un juguete abandonado.
Al pie de los almendros
se extiende el manto blanco
de los pétalos que el suave viento
desprende de sus ramas.
Los gorriones alborotan inquietos
entre los pinos,
preludiando el buen tiempo;
y algunas gotas de agua
caen suavemente sobre mi rostro,
y esta simple circunstancia
despierta en mí el recuerdo
de tus manos acariciándome.
Desde el alcor donde me hallo,
apenas audible, llega la agitación de las calles,
y resplandecen en la lejanía,
las luces de las avenidas
y de las apretadas casas,
cuyos moradores puedo imaginar
inmersos en sus domésticas tareas.
Crece una sensación de alivio
que libera el peso intangible
que oprime el corazón.
Soy un ser renacido,
que transita en una paz interna
donde no hay sitio para la tristeza.
Respiro hondo, camino lento,
saludo a las aves y abrazo a los almendros
y acuno los sueños de las aves
que en el lago habitan.
Poco más que esto es cuanto necesito y quiero;
solo echo en falta tu encuentro y tus palabras,
para que esta inesperada tarde,
ya a punto de languidecer, sea perfecta.
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