julio 23, 2009

Premio de Relato mínimo Diomedea... (+ Sergi Bellver/alasdealbatros)

(El 22/06/09 Sergi Bellver publicó el Fallo del VII Premio de Relato mínimo Diomedea en su blog alasdealbatros.blogspot.com/
De lo más interesante. Absolutamente recomendable.
Ya aquí en junio 24, 2009 se puede leer La incertidumbre. Su autor: puerta-falsa. Ganador del VI Premio... ¡debe de ser trimestral! PAQUITA)

Para la séptima edición del Diomedea llegaron textos desde siete países y, como en la sexta entrega, ha vuelto a aumentar el número de participantes en casi un 20 por ciento (...)
Fallo del VII Premio de Relato mínimo Diomedea:
* Finalista del VII Premio de Relato mínimo Diomedea:
Título: «Carteras ajenas» Autor: Hugo García Saritzu
Nacido en la Patagonia argentina, desde 1980 vive en la localidad barcelonesa de Vilanova i la Geltrú. Es Doctor en Filología Hispánica por la UB y ha ejercido la crítica literaria en medios como el suplemento cultural de LA VANGUARDIA.
Bitácora: Vell Talp (...)

"ELLA SE PUSO DELANTE DE USTED mientras el metro entraba en Liceu. Pinta de guiri, buen culo y la cartera en el bolsillo trasero clamando hurto sin violencia. Fue fácil. Dos dedos en pinza, grúa y adiós. Las puertas tardaron en abrirse, usted maldijo y ella se volvió. Sonrisa de diosa pagana. Un temblor le recorrió el espinazo recordándole monos pasados y olvidados. Cuando quiso reponerse de aquella mirada, ella había desaparecido en el gentío.

El botín: cinco euros, DNI de Katharine Werfel, un folleto del Gimnàs Raval y un papel con direcciones. Aunque usted siempre se deshace de las carteras robadas, ésta decidió quedársela. Necesitaba encontrarla.

Ni en el gimnasio, santuario del breakdance, ni en las direcciones, todas casas okupadas, le dieron novedad de ella. El golpe bajo vino del consulado alemán: el año anterior, el metro había arrollado a Katharine Werfel.

Buscar el olvido no fue fácil.

Hace dos días, en Sants y en hora punta, las puertas del metro tardaron en abrirse. Dos manos se sujetaron a su cintura. Se volvió. Reconoció su mirada y su sonrisa y, otra vez, la perdió en el gentío. Inmediatamente se palpó el bolsillo, ya no tenía su cartera".

* Finalista del VII Premio de Relato mínimo Diomedea:
Título: «El hatillo» Autor: Jesús Esnaola Moraza
Donostiarra de nacimiento, reside en Barcelona. Recientemente obtuvo una mención especial en el III Concurso de relatos de TMB de Barcelona.
Bitácora: El doctor Frankenstein, supongo (...)

"AQUELLA MISMA NOCHE, tras escuchar la decisión de Marta, subí a la azotea de casa con el fusil de precisión que usaba cuando iba de caza mayor. Saqué los prismáticos y miré con ellos alrededor de todo el edificio, intentando descifrar cuál sería la ruta más probable.

Hasta el amanecer no las oí acercarse. Venían dos juntas. Aguardé a que se separaran. Todo se complicaría mucho si no lo hacían. Tras unos segundos de tensión, una de ellas viró hacia el sur mientras que la otra siguió directa hacia mí. Cargué el fusil. Coloqué la rodilla derecha en el suelo y encajé bien la culata en mi hombro. Un disparo. Tal vez no me diera tiempo de hacer dos.

Apareció su cabeza en la mira telescópica. Contuve la respiración y mi dedo índice apretó suave el gatillo. La cabeza de la cigüeña reventó y el hatillo que llevaba en el pico con mi hijo, con nuestro hijo dentro, se precipitó al vacío. Cuando estaba a mitad de camino del suelo, desapareció como la pólvora de un fuego artificial pero sin luz, sin ruido".

** Ganador del VII Premio de Relato mínimo Diomedea:
Título: «Cambio climático» Autora: Rosana Alonso
Compagina su trabajo como analista de laboratorio en un hospital con la escritura. Ha recibido diversos talleres literarios y obtuvo un segundo premio en la modalidad de texto hiperbreve en el XIII concurso de la Fundación Civilia “Todos somos diferentes 2008”. Reside en Camarma de Esteruelas (Madrid).
Bitácora: (no consta) (...)

"FUE UNA PRIMAVERA PRECOZ. El terapeuta le había dicho a mamá que cuidar del jardín le vendría bien; se había convertido en una selva en miniatura en la que perdíamos siempre la pelota. Compró un abono universal a un extraño hombrecillo de acento extranjero que vendía sus productos a domicilio. Todos, menos papá, nos dedicamos a desbrozar, abonar y sembrar el jardín con entusiasmo. Pasado un mes germinaron un poeta, una bailarina y un violinista entre los macizos de clavelinas y pensamientos. El poeta escribía palabras nuevas que mamá cantaba siguiendo el sonido del violín y la bailarina giraba alocada a nuestro alrededor, como una mariposa gigante y exótica. Llovían colores primarios y saltábamos sobre charcos violetas y verdes, salpicándolo todo. Papá nos miraba muy serio resguardado bajo el porche, como si no le alegrara escuchar a mamá cantar después de tanto silencio. «Es el cambio climático», murmuraba, y recogía el agua multicolor en frasquitos para analizarla en su laboratorio. Una noche, mientras dormíamos, tiró el abono al contenedor y echó herbicida en el jardín. Nuestros invitados se fueron marchitando y mamá se encerró en su cuarto de nuevo. Un aliento helado se adueñó de la casa".

(para leer completo entrad en la página de Bellver arriba)


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