octubre 18, 2009

Aldeas de Santiago-Pontones: J. A. Pastor Glez.

(Copiado del blog de José Antonio Pastor González que lo publicó el 05.06.09. Una mirada -no excluyente- a las béticas. Título Original: Centenares, Huelgas, Espumaredas . Categoría: Montaña, Paseos | Etiquetas: fuente Segura, sierra de Segura ME UNO a este HOMENAJE que brinda a las -unas de las- sierras del sur de la península y a los serranos que las habitaron en convivencia pacífica con el medio. PAQUITA) montanaspersonales.es/montanasdelsur/?cat=3


No existe ningún lugar en la Sierra en el que el olvido haya sido más cruel que en estas aldeas de Santiago-Pontones. Obligadas a desaparecer por los intereses espurios de una administración autócrata y despiadada, muchos de sus habitantes fueron desalojados forzosamente para ser recluidos en un lugar artificial como es Cotorríos, poblado creado por el antiguo Instituto de Colonización para acallar las conciencias.

De la expropiación a la dinamita fue sólo un suspiro y aldeas como las Canalejas sucumbieron entre zarzas y enredaderas al paso de los años mientras otras — las menos — como los Centenares o los Miravetes, resistieron erguidas al olvido, asistidas en su soledad por la compañía de los chopos, los roquedos, los temporales de Poniente y el vuelo preciso de las rapaces de los cantiles.

Son lugares en los que el mismísimo Julio Llamazares se habría podido inspirar para escribir la impresionante Lluvia Amarilla y en lugar de Ainielle, del Sobrepuerto, de Berbusa, estaríamos hablando ahora de los Miravetes, las Huelgas o las Espumaredas como escenarios en los que la locura invade las mentes de los lugareños que resisten la inercia de los tiempos y los caprichos de una justicia humana ciega, absurda y arbitraria.

Estas reflexiones son el poso de un paseo que hice este último sábado, invitado por Ángel — muchas gracias — y en el que nos acompañó Bernardo, una persona de 70 y pico años que nació y vivió en las Huelgas, que se mueve en la Sierra como pez en el agua — es su medio, se nota — y que nos explicaba con paciencia y orgullo cómo sembraban, cómo hacían los caminos, cómo su padre clavó un pitón en la roca para embalsar el agua y regar dos o tres paratas que darían una exigua — y suficiente — cosecha para afrontar los inviernos y sus nieves.

El paseo discurrió desde Fuente Segura hacia el filo de las Umbrías de Parra. De ahí a los Miradores en leve ascenso y luego, entre los pinos, un descenso vertiginoso hacia el collado de las Hoyas. El grupo se dividió, unos optaron por asegurar la llegada a los Centenares por el camino habitual mientras que otros nos tiramos por un marcado espolón, siguiendo trazas de ganado, hasta llegar al eje del barranco de los Lobos y remontar hacia los Centenares.

De los Centenares me quedo con su limpieza, con sus eras desparramadas en armónica disposición abiertas a los cielos para aventar el cereal. Es preciso plantarse un minuto bajo cualquiera de los chopos, apoyarse en las piedras del camino y repensar cómo era la vida en este centro del mundo. Una vida durísima, muy imbricada con el medio, dependiente de los soles y las lluvias, de las nieves y los vientos, una vida muy auténtica, para nada desnaturalizada por preocupaciones absurdas y cuyo mayor desafío siempre estaría centrado en la supervivencia en el más literal de los sentidos. Una vida arrancada de cuajo por el capricho de quienes vieron incompatibles el ganado y la caza, el serrano y la caza, la tímida agricultura y la caza. Una administración cuya lógica uno-dimensional rezaba: “mejor muflones, gamos y ciervos que serranos”. Decisiones controvertidas, injustificables… actuaciones que bajo la luz del presente se nos antojan terriblemente injustas y simples.

A ver, que me pierdo… volvamos con el paseo… De los Centenares tiramos hacia los Miravetes y de ahí, tranquilamente, hacia las Huelgas. Una comida bajo los chopos y nos asomamos a la cerrada de Parrate. Y más tarde, para regresar hacia Pontones, en lugar de ascender por el camino de herradura de las Espumaredas, nos adentramos por el mismo arroyo, desafiando a las rocas húmedas y al tiempo de la Sierra, que son las zarzas que van borrando los caminos.

Tan ensimismados estábamos con el agua bajo nuestros pies que apenas advertimos los cúmulos que se formaban sobre nuestras cabezas. Y en un suspiro, la tormenta. Mojados, calados y satisfechos con un paseo por lugares que merecen siempre ser recordados terminamos en Fuente Segura. Esta entrada quiere ser un humilde homenaje a estos lugares, a lo que significan, a los serranos que se tuvieron que marchar con lo puesto, viendo como mientras descendían por las cuestas de la sierra de Mirabueno subían al mismo tiempo las máquinas abriendo camino para entrar a dinamitar sus vidas.

*** ADEMÁS también escribe sobre las restantes montañas por las que transita en su apartado EXCLUSIONES -otras excursiones- montanaspersonales.es/montanasdelsur/?cat=16
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*** ÚLTIMO RELATO EXCURSIONIL PUBLICADO: Baza otoñal: ascensión al Santa Bárbara siguiendo el río Gor. Por José Antonio Pastor González el 12.10.09,


2 comentarios:

Azpeitia poeta y escritor dijo...

Llego el último y sin embargo soy el primero....las cosas de la vida..tu página es densa, muy densa, muy auténtica como debes der tu...al pan, pan y al vino, vino...y que no se hable más...
Me gusta tu página y como consecuencia me gustas tú...a mi también me gusta la claridad sin miriñaques ni abalorios....un beso de azpeitia

Azpeitia poeta y escritor dijo...

de ser tú....perdón