“Dicen los que lo vieron / que maltratándote estaban / y un ruido se filtró en el aire / y un río de tu sangre te bañaba”. Los versos son de Avance, un grupo de rock español. Fueron escritos a finales del 1979. La sangre era de Gladys del Estal, una joven ecologista que murió ese año “por defender el sol, el agua y la libertad”, como rezaba el monolito que pusieron en su memoria en Tudela (Navarra), lugar del crimen. El ruido filtrado correspondía, quizás, al disparo que la mató. De todo ello se cumplen ahora cuarenta años.
Aquel 3 de junio de 1979, Gladys tenía 23 años. Llevaba en Donostia desde 1960, cuando abandonó Caracas junto a sus padres –Eugeni y Enrique, ambos donostiarras y ambos exiliados de la dictadura franquista- y se instaló en la capital guipuzcoana. Allí estudió Informática, lo que le dio acceso a trabajar como programadora en una pequeña empresa.
Pero el 3 de junio todo se detuvo. El tiempo se rompió para Gladys y la vida se destrozó para Eugeni y Enrique, que tuvieron que llorar la muerte de lo que más querían. 48 horas antes del 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, el movimiento ecologista se había movilizado en la localidad navarra de Tudela, en el marco de la Jornada Internacional contra la Energía Nuclear.
(...) En ese momento, la gente comenzó a retirarse hacia los autobuses. “El tráfico estaba atascado y, en aquellas circunstancias, algunas personas, entre ellas Gladys, se sentaron en el suelo, junto al puente del Ebro, para protestar de manera absolutamente pacífica contra aquel abuso”, señala. En ese momento, un grupo de guardias civiles se dirigió hacia los manifestantes. “El guardia José Martínez Salas, con un subfusil Z-70 en sus manos, se dirigió a Gladys amenazándola para que se levantase del suelo. Entonces se escuchó un disparo y Gladys se derrumbó. Una bala le había atravesado la cabeza de parte a parte, de atrás hacia adelante”, afirma Anso.
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