Antonio Larrey Lázaro en EL TRASTERO DE LA IMAGINACION · 23/5/2020 EL HILO NEGRO:
Ahora que el gobierno ha reculado de su promesa electoral de derogar la
reforma laboral del PP, me apetece escribir este artículo. Llevo algún
tiempo arrastrando la sensación de que, salvo pequeños matices
“zapateriles” y “felipistas”, si pones, sin nombre ni apellidos, las
iniciativas económicas de los diversos gobiernos de esta última
democracia, te resultaría complicado saber quién es quién. Pensaba que
con Podemos en el gobierno (de ahí mi voto…) la cosa podría
cambiar, que las políticas de izquierdas se manifestarían (ingenuidad
es la palabra que buscas); pero está visto que no. Para decepcionarse
hay que albergar esperanza, así que no voy a ser tan drástico. Pero
tengo el regusto amargo del engañado. Porque, vamos a ser claros, los
gobiernos de derechas no mienten más de lo necesario en elecciones:
dicen que harán una política de derechas y luego la hacen muy de
derechas. Quita la verborrea mitinera y es lo que hay. Claritos como el
agua. En cambio, los partidos de izquierdas (el PSOE, más bien…)
prometen políticas reformistas, progresistas y de izquierdas, y terminan
confesando con ruedas de molino, y tomemos como rueda los consejos de
administración, y como molino el Ibex35. Es verdad que jalonan el pasado
legislativo honrosas excepciones, como puntas engañosas del iceberg,
tipo matrimonio entre parejas del mismo sexo o ley de memoria histórica,
pero no solo son iniciativas en muchos casos de vida corta, sino que
nunca van a la raíz del problema: vivimos sobre un manto capitalista y
un sistema que prima la producción sobre la persona. Lo privado frente a
lo público. O lo cambiamos de raíz o seguirá todo igual. Después pasan
estas pandémicas cosas y nos llevamos las manos a las privadas
mascarillas, porque se ha desmantelado todo lo común bajo el brillante
artificio de la productividad. Esta historia, en el fondo, es más vieja
que el hilo negro. Poquito a poco van esquilmando lo que nos iguala,
hasta que un día, como sin darnos cuenta, estaremos en la puerta de un
hospital sin dinero para que puedan atendernos. Perdonadme el pesimismo,
pero cuando las barbas yanquis veas cortar pide una coca-cola en el
bar. Nunca un océano nos separó tan poco.
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