Ángeles Fernangómez · 22/12/2019
(eras mujer y era la España negra)
Cuando naciste, acababa de pelearse Europa con violencia. Tu mente de niña no sabía de esas cosas, pero pronto comenzaste a respirar algo más que el aire puro de tu tierra. Respiraste la pobreza, el exceso de trabajo, la rigidez de un padre y una madre que pronto delega en ti gran parte de la crianza de los muchos hermanos que te sucedieron. Eras la mayor, eras mujer y eran otros tiempos.
Llegaron los años de la Escuela y a ti te gustaba aprender cosas, leer, saber, pero… eras mujer y era la España negra. Había muchas otras cosas en las que una niña empleara el tiempo y fuera útil.
Entrabas en la juventud cuando estalló la estúpida Guerra fratricida que partió a esta España nuestra en dos mitades. Fuiste aquello que llamaron “madrina de guerra” de un soldado (aún recuerdas y recitas el poema que él te hizo). Más tarde, llegaría La otra Guerra grande, la II, pero tú tenías en casa tus guerrillas. Supiste hacer de todo lo que llevara el sustento a casa y mantuviera a la familia viva. Quizá no fueras la única joven que, además de otras muchas cosas, también arara las tierras, pero tal vez fueras la única que lo hiciera con los zapatos de tacón que te ganaste orgullosa acarreando carbón. A tu padre no le pareció muy buena idea y ese fue el castigo. Érase un país en blanco y negro y una mujer sin derechos humanos.
Y érase una tierra chica en negro y verde. Los hombres pasaban bajo tierra demasiado tiempo y tosían polvo negro. La mina se llevó muy pronto en accidente a tu hermano Nicolás. A veces, demasiadas veces, pasaban estas cosas bajo las montañas verdes de la tierra hermosa. Otros hombres duraban hasta que la antracita cubría sus pulmones.
A pesar de todo ello, eras una joven que reía, bailaba, inventaba coplas... ; eras feliz y supiste elegir al mejor de los maridos. Con él tendrías los seis hijos que están a tu lado a tus cien años. No fue fácil, no lo fue, hasta pariste sola a alguno de ellos, pero no perdiste a ninguno y aquí estamos.
¡Cien años, todo un siglo y con lucidez! ¿Qué es lo que te ha hecho inmune a la tragedia? Lo he pensado muchas veces y hay en ti una gran sabiduría en el aprendizaje de la asignatura de la vida. Saber que la vida no es eterna sino frágil y aceptarlo, que la muerte forma parte de la vida y es así, no desesperar cuando vienen los traspiés y tener genio y figura para seguir siempre adelante puede ser tu gran misterio con permiso de los genes.
¡Felices cien años, madre! ¡Gracias por vivir!
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* Hoy los cumple y ayer lo celebramos.
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