El sindicato CGT acaba de recuperar en los tribunales el derecho a gestionar el monte del pueblo pirenaico de Ruesta, un núcleo deshabitado desde que el franquismo se lo llevó por delante a golpe de expropiación
para construir el pantano de Yesa y que, aunque lleva décadas adscrito
al municipio de Urriés (Zaragoza), fue entregado hace casi tres décadas
por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) a la central sindical
para que esta lo recuperara instalando un centro de vacaciones.
La cesión de pueblos deshabitados por la construcción
de pantanos a sindicatos para recuperarlos tiene otros episodios en
Aragón como ocurre con Morillo de Tou y con Ligüerre de Cinca, ambos en el prepirineo oscense y donde gestionan sendos centros vacacionales CCOO y UGT desde finales de los años 80.
Estos dos últimos pueblos murieron a finales de los años 60 con la construcción de los embalses de Mediano y de El Grado,
en el Cinca, que obligaron a emigrar a más de 1.200 vecinos de quince
localidades, mientras las obras de Yesa expulsaron a 1.850 habitantes de
Ruesta y otras nueve poblaciones, víctimas de un desarrollismo que
también desplazó a otros 460 de seis poblaciones de la ribera del
Gállego, a un millar y medio de ocho en el Noguera Ribagorzana, a 435 de
otros dos en el Ésera, a 150 en el Guadalope, a más de 2.000 del medio centenar de pueblos del valle de La Solana junto al Ara y otros 5.000 largos en Mequinenza y Fayón, en el Ebro.
Esa desgarradora herida territorial y demográfica de la montaña aragonesa, con más de 11.000 desplazados y un centenar de pueblos condenados a muerte,
la mayoría de ellos sumergidos bajo unos embalses cuyo beneficio
también emigraría, en este caso al llano y a las zonas industriales en
forma de regadíos y kilovatios como certeramente describe La Ronda de
Boltaña (“sobrabas país,
solo querían agua, montañas y electricidad”), comenzó llegada la
democracia a remover conciencias y a poner sobre la mesa la urgencia de
una reparación que nunca se ha terminado de completar.
Mientras tanto, sigue habiendo zonas como La
Galliguera, cuyos pueblos resurgen al socaire del turismo de aventura al
tiempo que conviven con la amenaza del embalse de Biscarrués.
Estudiantes, agricultores y anarcosindicalistas
En ese escenario, que incluye la recuperación de otras
localidades como Búbal, reconstruido gracias a unas estancias de
estudiantes que rondan el millar y medio anual, Griébal, cedido a los boy-scouts, o Puy de Cinca por la Uaga, el primer sindicato inscrito en la democracia, en 1977, la CHE acuerda a finales de 1988 ceder a CGT el núcleo de Ruesta y las “tierras circundantes” (...)
.........................................
.........................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario