ELPAIS.COM NUCCIO ORDINE 5 DEC 2020 -
No te avergüenzas de dedicar a la sabiduría solo el tiempo que no puede utilizarse para nada más?. Estas palabras de Séneca resultan provocadoras y proféticas en una época en la que la rapidez y el utilitarismo han transformado el tiempo en dinero y nuestra vida en una loca carrera dominada por la dictadura de la productividad. Ante la aceleración que caracteriza a la sociedad actual, ¿cómo puede interpretarse una decisión que invita a recuperar el tiempo y colocarse, aunque sea por un instante, “fuera de él”? Por ejemplo, apagar el móvil durante unas horas, quedarse sin enviar ni recibir mensajes, sin llamar ni responder llamadas, sin escribir ni leer correos.
Una ocasión valiosa, precisamente, para “perder el tiempo”. Observar un atardecer a la orilla del mar, ver salir la luna llena detrás de una montaña o admirar los majestuosos revoloteos de un pájaro en el aire parecen experiencias incompatibles con una economía basada en “ganar tiempo”. Lo mismo ocurre con las actividades que no entran en la lógica de la productividad. La pregunta siempre es la misma: ¿para qué sirve? ¿Para qué sirve leer una poesía, escuchar música o admirar una obra de arte? Se considera (por desgracia) que estas actividades son “improductivas” y que, por tanto, quien renuncia a aprovechar al máximo su tiempo termina por desperdiciarlo innecesariamente.
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