Los microplásticos (partículas de plástico con un tamaño inferior a 5 milímetros de diámetro) se han vuelto prácticamente omnipresentes en el mundo. No solo se encuentran en ecosistemas marinos, terrestres y de agua dulce, donde su concentración es cada vez mayor, sino que también se han detectado en lugares remotos como parques nacionales o en la nieve recién caída de la Antártida. Estas partículas pueden permanecer en el medio ambiente durante siglos y acumularse en animales (especialmente en peces y moluscos). Se calcula que una persona puede llegar a ingerir y respirar alrededor de 100.000 partículas de microplásticos al cabo de un año. Estas partículas son muy heterogéneas tanto en tamaño, como en forma y tipo de material: pueden ser fibras, esferas o fragmentos, estar compuestos por diferentes productos químicos y convertirse en superficies en las que proliferen microorganismos perjudiciales.