Gara Santana 30 de diciembre de 2023
Las especies introducidas por la acción humana, la sequía, los químicos utilizados en la agricultura y el cambio climático, son solo algunas de las amenazas que tiene que sortear este insecto para sobrevivir
— La crianza de la abeja negra canaria, un oficio por el que empujan nuevas generaciones: “Si no nos formamos, en un futuro lo vamos a lamentar”
La Abeja Negra Canaria lleva habitando en las Islas Canarias probablemente desde hace más de 200.000 años, mucho antes que cualquier población humana y, sin embargo, es la acción humana la que ha venido a romper su equilibrio y el de su ecosistema en tan solo unos 80 años. El afán por introducir en territorios tan delicados como las islas especies foráneas en aras de una cierta concepción de productividad ha traído consecuencias para el equilibrio natural de las especies del Archipiélago que están teniendo un alto coste medioambiental y económico.
La relación de las personas con el mundo de las abejas suele centrar su atención en la miel, que es la última parte de un proceso complejo, ejemplo de la perfección que puede vislumbrarse en la arquitectura de la naturaleza si observamos bien. Precisamente, de premios a las mieles están llenas las estanterías de los apicultores canarios, pero advierten de que para conservar ese sabor único hay cuidar a la raza ganadera de la abeja negra y protegerla de todas las amenazas que enfrenta en la actualidad.
El hecho de llevar miles de años en las islas, significa que esta posible raza de abeja haya desarrollado una adaptación al medio excelente, y, por lo tanto, ofrece altos grados de producción de miel de calidad reconocida a nivel mundial . Su ausencia de agresividad es algo muy valioso en un territorio limitado como Canarias, donde resulta muy complicado habilitar explotaciones alejadas de los núcleos de población.
Se manejan diferentes hipótesis para explicar la presencia de la abeja negra en las islas. Las pruebas genéticas no lo terminan de confirmar del todo, pero se inclinan por señalar que puede tratarse de de una mezcla entre la abeja africana con la ibérica del sur de la Península. Hay quienes sostienen la teoría de que ya estaban en las islas antes de llegar sus primeros habitantes, otros piensan que fueron traídos por los conquistadores españoles e incluso por los aborígenes canarios. Antonio Quesada, licenciado en Biología y vocal de la Asociación de Apicultores de Gran Canaria (Apigranca), se decanta por la primera opción, ya que existen otras especies de abejas solitarias que ya estaban aquí antes de la llegada de los aborígenes, que son autóctonas y endémicas de Canarias. “Existe documentación histórica que habla de cómo los aborígenes canarios agasajaban a los navegantes y visitantes con mieles, lo que induce a pensar que ya se habían adaptado al Archipiélago”. Es el aislamiento lo que ha hecho que la abeja negra haya ido adquiriendo unos hábitos diferentes, adaptándose a las condiciones climáticas y de flora de Canarias, “da gusto trabajar con ella” porque no tiene ningún síntoma defensivo y los apicultores pueden estar cerca de ellas “casi sin protección” (...)
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