Beatriz Muñoz Santiago de Compostela — 5 de noviembre de 2025
Alcaldes de la comarca ourensana de Valdeorras piden ayuda a Xunta y Gobierno central para hacer frente al colapso de las redes de captación y suministro
— Alcaldes de zonas afectadas por fuegos en Ourense avisan del arrastre de ceniza: “El Sil baja chocolate puro”
A mediados de agosto, cuando las llamas consumían hectárea tras hectárea en la comarca ourensana de Valdeorras, dos cálculos centraban la atención de los vecinos: si el fuego llegaría a las casas y si afectaría a las captaciones de agua. La respuesta es que el que se convirtió en el incendio más grande en los registros de Galicia -más de 30.000 hectáreas- se llevó por delante viviendas en varias aldeas y arrasó las zonas de las que obtienen el agua buena parte de las poblaciones. Con el monte aún humeante, residentes y alcaldes de estos municipios empezaron a avisar de que el segundo gran impacto de los incendios llegaría con las lluvias, que empezaron hace unos días. Y el panorama que se anunciaba hace más de dos meses se ha materializado: las cenizas arrastradas por las precipitaciones colapsan el sistema de abastecimiento, contaminan las aguas y provocan que no se puedan consumir.
El alcalde de Vilamartín de Valdeorras, Enrique Álvarez (PSOE), explica que mira preocupado la previsión meteorológica, que anuncia lluvia para estos días. Tras unas jornadas de tiempo seco a principios de semana el agua había clareado en el municipio, pero el regidor anticipa nuevos avisos para que los vecinos no la consuman. “Estamos advirtiendo constantemente de que el agua no es válida para ciertos usos”, señala. Las lluvias que han empezado a caer han arrastrado las cenizas, que colapsan la red. Los problemas van de eslabón en eslabón y esta contaminación no solo hace que el agua no sea apta para el consumo, sino que también puede provocar averías en el sistema de suministro o incluso en los electrodomésticos de las viviendas.
Álvarez insiste en que municipios pequeños como el suyo (algo más de 1.800 habitantes) no tienen capacidad para hacer frente a la situación. Cuentan con una única brigada municipal que habitualmente “no tiene capacidad de abordar los problemas del día a día, como para abordar esto”. “Llevamos dos meses avisando, desde la semana siguiente al incendio”, dice y protesta porque considera que en la comarca no están recibiendo el apoyo que necesitan. “No pedimos ayuda por capricho”, enfatiza.
En el municipio vecino de A Rúa (unos 4.100 habitantes), los relatos sobre el agua que sale del grifo turbia se repiten. La alcaldesa, María González Albert (BNG), también se resigna a que la tranquilidad de los días sin lluvias toca a su fin y a que lo que tienen por delante es un invierno en el que la situación se va a ir complicando y en el que “cada vez que llueva se va a colapsar la mitad de la red de abastecimiento local”. En Vilamartín, todas las captaciones se han visto afectadas por el fuego y los vecinos recurren a las fuentes. En A Rúa el problema se concentra más en el lado oriental, en el barrio de A Rúa Vella. Otros puntos están “aguantando mejor” porque el agua del principal núcleo de población viene de A Veiga, en donde el monte también ardió, pero hubo menos afectación.
González Albert explica que, desde los incendios, hubo un par de episodios de lluvia “ni siquiera muy fuerte”, pero la captación se vio colapsada. “Estamos intentando que la porquería no entre en la red porque eso sí sería auténticamente problemático”, indica. Pero eso implica que hay que dejar de meter agua en los depósitos y llega un momento en el que se producen cortes. Explica que en A Rúa procuran tener los depósitos llenos, pero duran un día. La verdadera complicación la prevé cuando se encadenen varios días de lluvias y lo acumulado se agote. La regidora coincide con el alcalde de Vilamartín en la insuficiencia de los medios propios de los ayuntamientos para hacer frente a la situación: “Tenemos un fontanero municipal y la brigada de obras. Una persona que está casi sin dormir desde el 22 de octubre, que trabaja 15 o 16 horas al día”.
El regidor de O Barco de Valdeorras, Aurentino Alonso (PSOE), también constata los efectos de las precipitaciones, que descargaron con fuerza este miércoles y volvieron a enturbiar el agua, según cuenta recién llegado de visitar una de las captaciones del municipio. El núcleo principal de población no está teniendo problemas por ahora, cuenta, pero si pasase algo con esta captación y se viesen obligados a bombear agua del Sil, la situación se complicaría porque el caudal baja cargado de cenizas tras pasar también por las zonas del Bierzo que quedaron arrasadas por los incendios del verano. En O Barco están instaladas dos fuentes conectadas a la red urbana a las que los vecinos, tanto de este municipio como de los de alrededor, pueden ir a cargar garrafas, indica.
Un informe de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil hace referencia a los daños de los incendios en las zonas bajo su competencia y detecta 40 puntos de captación de aguas superficiales en los que se prevén arrastres de ceniza, en los que asegura que priorizó desde la primera semana de septiembre sus actuaciones. Pese a los trabajos, admite, las lluvias recientes han provocado afectaciones y los ayuntamientos han transmitido que hay problemas en 11 puntos de captación en Valdeorras, con cortes puntuales de suministro en seis casos (en los municipios de Vilamartín, A Rúa y Rubiá).
Riesgo de inundaciones
Otra de las preocupaciones de estos alcaldes son las posibles inundaciones si llueve con intensidad. González Albert indica que, tras los incendios, una de las primeras medidas fue instalar rejillas, poner areneros y limpiar lo posible los cauces de los ríos, pero da por hecho que, cuando lleguen las lluvias fuertes habrá escorrentías por el medio del pueblo. La superficie de monte ardió por completo en este municipio y no hay nada que vaya a retener el agua, dice. La población principal está junto al río Sil, como en el caso de Vilamartín, en donde el alcalde teme que haya peligro para los vecinos en zonas como la de O Mazo, pegada al agua, si descarga una tromba en medio de la noche y no da tiempo a reaccionar.
Enrique Álvarez pide insistir y poner más fondos para medidas que funcionan, como el mulching -una técnica para tratar de proteger el suelo quemado con una cubierta habitualmente de paja-, y critica que no esté habiendo una colaboración entre todas las administraciones: desde la Diputación de Ourense a la Xunta, el Gobierno central -responsable de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil (CHMS)- e incluso las comunidades de montes. “No vale eso de que la cuenca depende de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil y el agua del grifo, del Ayuntamiento”, se queja. Se refiere a las acusaciones cruzadas entre gobiernos: el organismo responsable de la cuenca, que depende del Ministerio para la Transición Ecológica, recuerda que no puede actuar en los montes colindantes con los cauces. Eso, alega, es competencia de la Xunta. Y la garantía de suministro de agua potable corresponde a las administraciones locales, añade.
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No van a conseguir callarnos
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Apoya a elDiario.esEl presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, respondió este lunes a una pregunta sobre las peticiones de ayuda de los alcaldes de Valdeorras señalando al Gobierno central. “Nosotros hemos pagado el 100%, o casi, de las ayudas. Las del Gobierno siguen sin convocar. Igual que no convocan las ayudas, están siendo especialmente lentos los organismos que dependen del Gobierno central para prevenir los daños”, manifestó. Su equipo, añadió, ha ofrecido colaboración tanto a la Confederación Hidrográfica Miño-Sil como a la del Duero -una parte del sureste de la provincia de Ourense corresponde a esa demarcación-, pero “cada uno tiene que cumplir sus obligaciones”. La Xunta ha convocado a una reunión este jueves a los regidores de Vilamartín, Petín y A Rúa.
La Confederación Hidrográfica Miño-Sil asegura que tiene seis brigadas trabajando en Valdeorras, centradas en A Rúa, Vilamartín y Rubiá y recalca que sus competencias afectan a la protección y gestión del dominio público hidráulico y a unas franjas de protección sobre el mismo, en las que sostiene que pueden limitar los usos, pero no actuar directamente porque son propiedades privadas. Admite que, pese a las medidas preventivas, una parte de las cenizas de los incendios van a seguir contaminando las aguas superficiales.
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