http://rafaelnarbona.es/?p=204 Publicado en 19 Dic. 2011
Algunos personas me han comunicado su malestar por mi entrada “¿Quién es Rafael Narbona?”. Al releerla, no he encontrado nada ofensivo, salvo que el humor pueda interpretarse como una injuria. Señalé que en un pasado reciente un grupo de neonazis protagonizó varios incidentes violentos en el municipio de San Fernando de Henares. Desgraciadamente, no se trata de un hecho aislado en la Comunidad de Madrid. Se han producido casos similares en Alcalá de Henares, Coslada, Legazpi o Fuenlabrada. Desde 1991, la violencia ultraderechista ha causado más de 20 muertos en España. Entre las más conocidas, cabe citar a Aitor Zabaleta (9-XII-1998) y a Carlos Palomino (11-XI-2007). No sirve de nada ocultar que en nuestro país han anidado la xenofobia, la intolerancia, la homofobia y el racismo, infiltrándose en todos los estratos sociales. Ninguna localidad puede presumir de estar libre de esta plaga.
En 2008, El País informaba de la existencia de una red ultraderechista nacida en Canillejas y cuya influencia se extendía hasta Guadalajara capital. El epicentro de esta trama se hallaba en Alcalá de Henares y, según la policía, reunía a unas mil personas de diferentes edades. La sentencia de 2009 de la Audiencia Provincial de Madrid contra la organización neonazi Hammerskin, ilegalizada por incitar a la violencia y por tenencia ilícita de armas, ha representado un importante avance en la lucha por erradicar esta inmundicia. El alto tribunal dictó quince sentencias con penas que oscilaban entre seis meses de cárcel y tres años. Al parecer, la extrema derecha envejece. Sus activistas muchas veces rebasan los cuarenta años y cada vez les cuesta más trabajo encontrar adeptos entre los más jóvenes, lo cual no significa que el problema haya desaparecido. No pretendo realizar una investigación periodística. Mi única fuente de información son los artículos de prensa, que están a disposición de cualquiera y que pueden ser leídos y reproducidos libremente. Sí pretendo contar, en cambio, mi experiencia como docente. Afortunadamente, hay libertad de expresión y nada me lo impide, a pesar de que a alguien le fastidie.
Comencé a impartir clases en secundaria en 1998. Mi primer destino fue el IES La Serna de Fuenlabrada de la Comunidad de Madrid. Yo nací en 1963 y soporté los últimos años de la dictadura. En el Fray Luis de León, el colegio de padres jesuitas y reparadores donde estudié, se empleaban los castigos físicos: reglazos, capones, bofetadas, comentarios humillantes. La transición a nuestra imperfecta democracia puso fin a uno de los períodos más oscuros de nuestra historia. No sin cierta ingenuidad, cursé la carrera de Filosofía en la Universidad Complutense, pensando que las nuevas generaciones se identificaban plenamente con los valores democráticos. Por eso, me quedé estupefacto cuando escuché en mis clases de ética a alumnos de 16 o 17 años justificando la pena de muerte e incluso la tortura, ofreciéndose personalmente para ejecutar las penas. Mis compañeros me comentaron que ese giro era inevitable en un país donde la lucha contra la dictadura sólo era un recuerdo remoto. “No hables de esos temas. Limítate a mencionar la doctrina aristotélica del término medio o la ética del deber de Immanuel Kant. Te ahorrarás problemas y disgustos. Es mejor que sólo hables tú. No conviertas tus clases en un debate o se transformarán en un esperpento”.
Nunca he sido capaz de seguir ese consejo (...)
La “cultura del esfuerzo” de la que hablan Aznar y Esperanza Aguirre, dos políticos escandalosamente incultos y maleducados, no brota del amor al conocimiento, sino del deseo de convertir la educación en el taller de un modelo de sociedad profundamente reaccionario. El debate por la educación apenas logra encubrir que se utiliza la escuela para imponer unos objetivos políticos. La “cultura del esfuerzo” sólo contribuye a crear asalariados obedientes y desempleados resignados. Se trata de cortar de raíz el inconformismo y la rebeldía (...)
La “cultura del esfuerzo” es un ardid que tiende a exaltar a figuras como Georges Soros, un especulador financiero que hizo una fortuna en el mercado de divisas, hundiendo a la lira y la libra esterlina. En el IES Doctor Marañón de Alcalá de Henares, me encontré con alumnos que no escondían su admiración hacia un personaje capaz de acumular unas ganancias inverosímiles, con turbias maniobras que empobrecieron a dos países. En el IES Doctor Marañón de Alcalá de Henares, me encontré también con alumnos que no escatimaron su desprecio hacia Georges Soros y manifestaron su estima hacia figuras como Nelson Mandela, Shopie Schöll o Martin Luther King. En el IES Rey Fernando VI de San Fernando de Henares, me he encontrado con alumnos que no se molestaban en disimular su homofobia y que justificaban la pena de muerte y la tortura. Nada nuevo. En el IES Rey Fernando VI de San Fernando de Henares, he descubierto también a alumnos y alumnas asombrosos. Chicos de dieciséis años que aman los libros y que sueñan con ser escritores (...)
La vida es una cadena de malentendidos (...) Les he dicho que las revoluciones estallan cuando las injusticias son particularmente odiosas e intolerables (...) Escribir es como boxear. Te expones a que te partan la cara. Yo ya estoy acostumbrado. Oscar Wilde aseguraba que el talento de un hombre se mide por su capacidad de labrarse enemigos. Si alguien me odia más después de haber leído estas palabras, sólo puedo decirle que es un mentecato. Le invito a hojear un libro de mi bisabuelo Eduardo Narbona: El duelo en mi tiempo. Es una obra de una época más civilizada, donde los conflictos se resolvían al amanecer, con unos padrinos y un poco de poesía. En el caso de mi bisabuelo, la poesía le entró por la axila, perforándole el pulmón. Sus últimas palabras fueron “pues sí”. Una pena. (TEXTO COMPLETO en el ENLACE)
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