28/11/20 Blas Mendiola M.
Introducción:
Al maestro que no perseguía la gloria, que "amaba los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles como pompas de jabón";
fumador de tabaco de liar, y con un "corazón esperando también,
hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera".
Dicen que al alejarse de España, amenazado por gente cobarde y canalla,
le vieron llorar; quizás porque ya nadie llevaría flores al cementerio del Espino,
donde enterraron a Leonor, tan joven...; quizás por el recuerdo del "olmo viejo,
hendido por el rayo". Don Antonio fue maestro de francés, un buen hombre
con un final trágico. "El poeta murió en un país vecino", como un caminante
consciente del final de su andadura, amenazado por gente cobarde y canalla.
A los tres días le acompañó Ana, su madre.
Aunque el poeta escribió que no "perseguía la gloria ni dejar en la memoria
de los hombres canción" alguna, dio a la humanidad poemas universales.
Seis minutos y seis segundos mide el tiempo que Benedetti y Serrat hablan aquí
de don Antonio Machado. El humilde maestro de francés, poeta cuyos "versos
brotan de manantial sereno"; fue, "en el buen sentido de la palabra, un hombre
bueno"; no buscó la gloria; "amaba los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como
pompas de jabón"; tertuliano de café y botica, con "torpe aliño indumentario"; y
fumador de tabaco de liar. Lo persiguió gente cobarde de la España que ladra y
muerde porque se situó en la que acoge y abraza.
"Españolito que viernes/ al mundo te guarde Dios./ Una de las dos Españas/
ha de helarte el corazón/". Dicen que al cruzar la frontera, lo vieron llorar; quizás
lloraba por su madre que, a duras penas, lo acompañaba al exilio y repetía:
"¿Falta mucho para llegar a Sevilla?"; quizás porque ya nadie llevaría flores al
cementerio del Espino, donde yace Leonor, tan joven...; quizás porque nunca
enseñaría a Guiamar el "olmo viejo, hendido por el rayo"
"¡El olmo centenario en la colina/ que lame el Duero/".
El poeta murió el 22 de febrero de 1939, antes de que la "primavera" produjera el
milagro que su corazón anhelaba. Agotado y sin fuerzas, el caminante fue consciente
del final de la vida. A los tres días siguientes, falleció Ana, la trianera, su madre.
Ambos yacen en Colliure, junto al mar. Aunque don Antonio escribió que no
"perseguía la gloria ni dejar en la memoria de los hombre canción" alguna, dio a la
humanidad poemas eternos y universales. Así lo reconoció la UNESCO en 1989.
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