Nov. Dic. 2020 INVESTIGACIONYCIENCIA.ES Éléonore Mariette Nicolas Gauvrit.
La existencia de personas muy inteligentes que se creen afirmaciones sin fundamento demuestra que la inteligencia no previene contra la credulidad
¿Se puede ser superinteligente, con un altísimo coeficiente de inteligencia y estúpido? Sí, definitivamente, explica muy bien este artículo. La gente con altos niveles de inteligencia comete tasas de errores similares que los de menor nivel en problemas en los que están implicados los sesgos o "túneles de la mente" como por ejemplo el sesgo retrospectivo (la tendencia a decir "eso ya lo había dicho yo" después de que ocurra); el "sesgo confirmativo" (o tendencia a usar solo la información que está de acuerdo con las propias opiniones) o el "sesgo del falso consenso" (o sesgo que lleva a creer que lo que uno piensa coincide con lo que piensa la mayoría). Pero no todas las personas tienen la misma tendencia a caer en esos sesgos. Algunas personas destacan por su "pensamiento crítico", independientemente de su inteligencia. Mientras el IQ o coeficiente de inteligencia se mide por la actuación en problemas de bajo nivel, casi todos de series perceptivas, el pensamiento crítico mide la curiosidad, el deseo de verdad y objetividad, el tener en cuenta las opiniones de los otros y la suspicacia con respecto a las propias opiniones, es decir, la humildad epistémica.
Hemos aprendido de las películas que la gente de éxito son gente muy inteligente, y en parte las élites son seleccionadas por el IQ, cuando lo importante en la vida es la capacidad crítica, el haber aprendido a calibrar las propias capacidades cognitivas.
En el IQ puede que haya muchos factores genéticos, pero en el pensamiento crítico no, es básicamente cultural y producto de la educación familiar y social. Muchos padres y madres andan por la vida agobiados u orgullosos porque sus niños son "superinteligentes" sin reparar en que no es para tanto. La inteligencia está sobrevalorada y la capacidad crítica infravalorada.
Por cierto, una de las ramas educativas más apasionantes de la enseñanza de la filosofía es precisamente la enseñanza de "pensamiento crítico", una asignatura que ayuda a reparar en estos temas. Es una de las más interesantes aplicaciones de la lógica, que tiene por un lado una orientación hacia la matemática pura y por otra hacia los hábitos inferenciales y argumentativos. En cursos de iniciación enseñamos a "cómo discutir con tu cuñado sin perder la razón (ni la paciencia)"
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