Fidel Cordero 6/6/21
Analizada la aportación de Lorenzo Silva con su libro el Castellano, creo que el resultado es muy recomendable, tanto por la explicación que hace de la revolución comunera, como por sus reflexiones sobre la identidad castellana.
Sin embargo, creo que se queda estancado en su pensamiento sobre el regionalismo, nacionalismo, colonialismo e internacionalismo. Tanto históricamente como actualmente.
Porque se suma -en tres ocasiones al menos- a esa perspectiva regionalista que echa la culpa de todos los males de Castilla a un centralismo que la ha devorado, como es cierto, pero sin ser capaz de darse cuenta de que ha sido la misma oligarquía castellana la que ha fomentado ese centralismo.
Con la ayuda inestimable de los caciques locales, y su tan querida y apreciada Guardia Civil.
Y que aún cuando han visto el desastre, hace ya siglo y medio largo, en vez de ponerse enfrente de ese proyecto imperial que ha devorado nuestra nación, han seguido estando -y siguen estando- entre los que apoyan su visión imperialista, orgullosa de la extensión de nuestro idioma,
poniendo a personajillos como Francisco Pizarro cómo ejemplo de espíritu combativo.
Sin llegar a ver que precisamente ese proyecto imperial, descuidando la retaguardia, es lo que nos ha dejado una Castilla vaciada.
Y sin ver tampoco que eso no es culpa de los catalanes, ni de ningún otro pueblo que haya sido capaz de atender más a su propia tierra.
Ésa es la clave del soberanismo local y confederal, del internacionalismo consciente:
cuidar más lo propio, antes que lanzarse a aventuras imperiales bajo la bandera del españolismo centralista.
Como madrileño igual que él, creo que es muy importante reivindicar el castellanismo de Madrid, pero siempre desde una perspectiva nacionalista cívica, soberanista y solidaria.
No echando la culpa a un centralismo al que por otra parte se alimenta con la visión expansionista de una España inevitablemente imperial.
Sé que puede parecer un análisis demasiado sutil, pero en estos asuntos hay que hilar fino,
o tenemos el peligro de construir un discurso contradictorio -como es siempre el discurso de la queja Regionalista-:
Sentirnos abandonados por unos gobiernos y poderes centrales,
a los que al mismo tiempo apoyamos con una visión españolista,
que acaba echando la culpa de todo a los catalanes y otras naciones periféricas menos sumisas o menos ambiciosas. Porque también en el vaciarse Castilla ha habido mucho de esa ambición de querer ser la parte central el corazón de un gran imperio,
aunque fuera simplemente poniéndose el uniforme de los amos del Imperio
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Perroflautas del Mundo: Quinientos años después: Recuerdo de los comuneros [Jesús Fuentes Lázaro]
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