febrero 15, 2022

Metafísica de un niño, de Blas M.M.

 METAFÍSICA DE UN NIÑO O CONVERSACIONES CON ARÁN

El pequeño Gautama, a la edad de un año y medio, 7 de sept. 2020


Con un año y medio de edad se tumbaba en su cuna, una pierna sobre la otra, y en esa postura  pasaba  con destreza las páginas de un cuento,  observando con curiosidad intelectual las imágenes que aquél contenía. De esa manera fue descubriendo las maravillas del mundo animal y vegetal. Muy pronto aprendió a distinguir una palmera de un rosal, un elefante de un hipopótamo, y lo que es más importante, a decir, con aproximación graciosa, sus nombres.      Luego, ese bebe aprendió,  de forma natural y sin vergüenza alguna,  a sentarse con las piernas cruzadas, una sobre la otra, de forma que parecía un  pequeño Buda.  Fue un lunes,  cuando su padre, es decir, mi hijo, lo trajo a casa para que lo cuidara, pues había pasado mala noche y tenía febrícula. Llegado el momento de la comida, el niño atendió rápido mi llamada y fue a sentarse sin solicitar ayuda alguna a la mesa, adoptando con total naturalidad  la postura habitual de Shiddharta Gautama. Al verlo así,  con sus mejillas sonrosadas por causa de la fiebre,  dos hilillos de mucosidad asomando de su  naricita y las largas pestañas custodiando sus ojos grandes y redondos,  contuve el impulso de arrodillarme para adorarlo. ”Cómo me gustaría poder sentarme como tú, cariño!”, le dije, y él, como si fuera cosa sencilla, me hizo esta reflexión:  “Yo te enseñaré abuelo.


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El pequeño Gautama a la edad de 2 años y 8 meses, 22 sept. 2021

 

Cuando seas pequeño, yo te enseñaré”. Aquella breve conversación, además de emocionarme,  me ha hecho pensar mucho, y a la postre he llegado al amargo corolario de que no tengo salvación,  ya que no hay marcha atrás: no podré recuperar el pensamiento limpio de la niñez, pues el tiempo es un contaminante ineludible. Aunque acaso mi pequeño Gautama tenga la sabiduría de hacerme sentir todavía algunos pedacitos de mi niñez. 

BLAS M. M.

Ana M. M.     Precioso papá, 

Pero al contrario que tú creo que sí que tenemos arreglo, con conciencia quizá podamos descontaminarnos un poco y recuperar esa pureza que un día tuvimos como aquel Príncipe que un día se perdió en el desierto.
Gracias por la lectura, nuestro Arán es un tesoro.

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