De lo que está pasando los supongo enterados por el enorme esfuerzo informativo que está haciendo, con sus medios (pese a sus medios), CTXT. De cómo lo están contando tampoco les voy a decir nada que no sepan, porque es imposible sustraerse a la información mainstream que diría que nos bombardea si usar ese verbo no resultase frívolo en este contexto. Shayan Sardarizadeh (@Shayan86), un redactor de BBC Verify, escribía desolado dos tuits el pasado 1 de diciembre: “He verificado hechos durante varios conflictos. Nunca he visto uno donde se publique tanta desinformación con la intención directa de deshumanizar a las víctimas reales de la guerra en ambos lados. Mujeres y niños muertos o heridos, civiles, rehenes, prisioneros; nadie se salva”, decía uno (en las batallas de la contrainformación, como en todas las demás, las armas no suelen estar parejas entre los contendientes, y el que quiera entender, que entienda). “Sólo soy un periodista y no estoy en condiciones de ofrecer consejos a nadie. Lo único que diré es que defiendas un bando si es necesario, sea cual sea, pero, mientras, intenta mantener tu humanidad. Realmente no debería ser difícil”, contestaba en el otro a la famosa pregunta: “¿Qué hacer?”.
He citado a un periodista de la BBC porque se supone que es un medio al que, en el peor de los casos, podríamos llamar equidistante o aséptico, si eso fuese posible. Pero también porque me siento incapaz –me reconozco cobarde por parte de padre– de sumergirme en el lodazal de crueldad e indignidad que constituye buena parte de la información sobre la tragedia, directa o colateral, para extraer otros ejemplos. Sí se me han quedado adheridos, como quien pisa una mierda de perro, algunos casos claros de esas piezas que se cobran los pescadores de la política a río revuelto. Podría citar a José Luis Martínez Almeida, pero me da la sensación, con ese aspecto desmadrado que tiene (a mí también me quedan mal las chaquetas, pero yo no soy alcalde de Madrid), que es como meterse con un niño al que viste su madre. Pero José María Aznar es uno de los ejemplos más claros de que, a partir de una edad, uno tiene la cara que se merece, y eso que dijo de que Pedro Sánchez no había condenado los atentados de Hamás es primero una mentira y después una infamia, o al revés.
Cada uno es dueño de las cosas que dice y de la cara que se le ha ido poniendo al decirlas, y yo tampoco soy un periodista que se atreva a dar consejos de cómo pasar a la historia de una forma honorable. Pero sí a señalar a quien reproduce y amplifica las mentiras sin contrastarlas ni desmentirlas, por mucho que sepan que lo que han oído, y se disponen a difundir, es falso. Es decir, a la prensa de orden. Al lodazal.
En el último Índice Mundial de Libertad de Prensa, elaborado por Reporteros sin Fronteras (RSF) en mayo de 2023 (repito, mayo), España está en el puesto número 36 de 180 países del mundo. No parece mala clasificación, si no fuese porque Portugal está en el 9, después de Lituania y Estonia e inmediatamente antes de Timor Oriental. Mejor que nosotros, que atravesamos la edad de oro del periodismo, según algunos, están clasificados Samoa, Namibia, Sudáfrica, Moldavia, Jamaica y Cabo Verde, entre otros países que no solemos considerar parte del mundo occidental y cristiano al que nos honramos en pertenecer. Nos siguen de cerca Andorra y Macedonia del Norte. Le debemos el puesto, según el análisis de RSF, a factores como la concentración de medios, la polarización política “que desdibuja peligrosamente la línea entre información y opinión, alimentando así una tendencia a denigrar al periodismo” y también el aumento de SLAPP (Strategic Lawsuits Against Public Participation, la presión vía judicial a periodistas y activistas para que no abran la boca o la cierren).
No tienen por qué compartir los análisis de RSF, pero les reto a imaginar en España la línea editorial de un periódico relevante como el israelí Haaretz, intentando informar de la forma que lo hace –y que pueden comprobar en las piezas que recogemos en CTXT– en una sociedad en guerra (en una guerra de exterminio, pero en guerra). Hace 125 años, a las puertas del conflicto con los EUA por Cuba, El Imparcial aseguraba que la marina norteamericana “tiene algunos barcos, pero lo demás es todo género del Rastro”. El Siglo Futuro desdeñaba incluso la intercesión del Papa proclamando que “cuando un pueblo extraño atropella e insulta a España, aunque ese pueblo fuese de héroes y caballeros y no de ‘yankees’, y aunque fuese invencible e incontrastable, España no va a guarecerse en los sagrados hábitos del Santísimo Padre: España va a defender su bandera y a clavarla en el corazón de su agresor o a morir envuelto en ella”. Como en la batalla de Ferraz, vamos.
Sólo soy un periodista, y no estoy en condiciones de decirles cómo deben sentirse, pero, aunque sólo sea por comparación, creo que pueden estar satisfechos, incluso orgullosos, de contribuir a que CTXT exista y pueda ofrecer información que combina humanidad y veracidad. Les puedo asegurar que, si se quiere, no es tan difícil. Pero hay que querer.
Xosé Manuel Pereiro
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