enero 06, 2024

CTXT. Escuelas Infantiles en Lucha. “Llegué a tener cuatro empleos para mantenerme, no podía vivir de mi sueldo como educadora” Por Adriana T.

 Adriana T. 4/01/2024

 Tras los desplantes de la patronal, las trabajadoras de las escuelas infantiles llevan desde octubre reclamando una mejora sustancial en sus condiciones laborales y retributivas 

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Protesta en Madrid el 28 de octubre de 2023 contra la precariedad laboral de las trabajadoras de escuelas infantiles. / Escuelas Infantiles en Lucha



“La vocación es una trampa, lo dejamos todo por nuestros niños. Estuve un año entero posponiendo mis citas con el especialista porque mi jefa me decía que si iba al médico dejaba a mis compañeras en la estacada. No había nadie para cubrirme durante mi ausencia. Cada educadora trabaja sola en su aula, con ratios que pueden llegar a los veinte niños por adulto. No he faltado nunca al trabajo, ni por enfermedad, ni por el fallecimiento de algún familiar, y mis compañeras tampoco”, desgrana durante su único día libre Sofía, que prefiere no usar su nombre real. Esta treintañera vive en una ciudad pequeña y lleva muchos años desempeñándose como educadora en una escuela infantil privada. Insiste en la necesidad de permanecer en el anonimato porque ya ha sufrido represalias por parte de la empresa en el pasado.

Muchas madres y padres pueden atestiguar que la búsqueda de una escuela infantil para sus hijos no es sencilla. Las familias, cada vez más concienciadas, demandan centros con un proyecto educativo ambicioso para sus hijos que no se limite a la mera labor asistencial. Se valora la enseñanza de un segundo idioma a niños que todavía no hablan en su lengua materna, la oportunidad de experimentar con pedagogías alternativas o estilos de crianza más respetuosos con las necesidades y ritmos de los menores, y se tienen cada vez más en cuenta la calidad de las instalaciones del centro, los materiales, los proyectos educativos y el servicio de comedor.

Las educadoras, sin embargo, la parte fundamental de este engranaje, no parecen generar el mismo interés. En España, para poder ser tutora de un aula en el ciclo de cero a tres, es imprescindible contar con el título de técnico superior en Educación Infantil o con el de maestra. La mayoría de las profesionales, además, suelen reciclarse de manera permanente durante toda su carrera mediante cursos y formaciones a las que acuden en su tiempo libre, y que a menudo sufragan de su bolsillo. Pero las condiciones laborales y la remuneración de sus tareas no están en consonancia con la complejidad de las mismas. Lo explica Pedro Ocaña, responsable de la Secretaría de Privada y Servicios Socioeducativos de la Federación de Enseñanza de CC.OO. “Desde hace un par de años estamos intentando negociar una mejora sustancial del convenio colectivo del sector a nivel estatal. Pero nos hemos encontrado con un muro. Las patronales, de las que la mayoritaria es ACADE (Asociación de Centros Autónomos de Enseñanza Privada), junto con las escuelas católicas, entre otras, se niegan a dignificar la profesión. De ahí que consideráramos que había llegado el momento de meter presión desde la calle. Hemos estado organizando concentraciones, y se convocaron dos jornadas de huelga en octubre y otras dos en noviembre. Además, durante el mes de diciembre se produjeron algunos paros parciales, entre las 7 y las 11:30 de la mañana”.

“Se nos exigen muchas cosas que van más allá de las funciones que recoge nuestro convenio”, explica Sofía. “Somos un sector feminizado, precarizado y atomizado. Hay mucho inmovilismo y tengo pocas esperanzas de que esto vaya a cambiar a corto plazo. Cada vez que pedimos cualquier mínima mejora en nuestras condiciones, la respuesta por parte de jefas o incluso de las propias compañeras es la misma: ‘Es que esto siempre se ha hecho así’. Hay mucho miedo a manifestarse o plantear conflictos, porque se han producido represalias en el pasado reciente”.

“A menudo voy cada mañana antes de mi horario para preparar las actividades que voy a realizar con los niños. También me quedo en reuniones y tutorías por las tardes que la empresa no me paga, porque están fuera de las seis horas y media de jornada que tengo en mi contrato”. Considera, sin embargo, que su situación ha mejorado. “Cuando entré a trabajar aquí, pasé muchos años con un contrato de tres horas y media, cobraba 400 euros. Tenía cuatro empleos al mismo tiempo para poder mantenerme, y si podía llegar a fin de mes fue porque un familiar me permitía vivir gratis en su casa, sin pagar alquiler”. En la actualidad, las educadoras en la privada perciben un salario de unos 1.028 euros al mes, que se queda por debajo del SMI. “Nuestro sueldo ha ido subiendo un poco porque ha subido el salario mínimo. En 2019 cobrábamos menos de 900 euros mensuales. Mi madre me dice que de haber sabido que me esperaba este futuro, no me habría dejado estudiar la F.P. La realidad es que, con la edad que tengo, no puedo permitirme una vida independiente”. A esto se suma la precariedad de los contratos, que en su mayoría son fijos discontinuos, y además por lo general a jornada parcial, con la excusa de que no hay suficientes niños matriculados en los centros educativos (...)

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