abril 02, 2024

El Salto. “La transición energética es un mito, lo que realmente necesitamos es una ruptura civilizatoria”, de Pablo Rivas

 Pablo Rivas  Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. 

2 MAR 2024

Los nombres de las tres mayores responsables de la crisis climática son desconocidos por el gran público. El periodista Mickaël Correia pone el foco en las estrategias de Saudi Aramco, Gazprom y China Energy para perpetuar el capitalismo fósil.

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Mickaël Correia. Foto: Charlotte Krebs

Mickaël Correia: “La transición energética es un mito, lo ...


Aunque a la mayoría no les suene el nombre, son las tres mayores emisoras de gases de efecto invernadero sobre el planeta. Saudi Aramco, la empresa más rentable en 2022, suministra en torno al 10% del petróleo global. Gazprom, la niña bonita de Putin que da oxígeno en forma de rublos a la economía rusa, controla el 15% de las reservas de gas fósil del planeta. Y China Energy, la gran campeona del carbón global, está haciendo lo que a mucha gente le sorprenderá en 2024: construye centrales térmicas de baja eficiencia movidas por el mineral negro como si no hubiese mañana a lo largo de Asia y África.

Mickaël Correia, periodista francés especializado en crisis climática, ha recopilado sobre el papel la estrategia de estas tres contaminadoras globales para perpetuar su negocio climaticida otorgándolas un calificativo que aparece en el propio título del libro, Criminales climáticos (Altamarea, 2024), con un subtítulo no menos directo: Las multinacionales que arrasan el planeta.

Cien empresas son responsables del 71% de las emisiones desde 1988. Todas de la industria fósil. En 2023, las tres principales petroleras del planeta, precisamente las tres en las que centras tu libro, siguen aumentando beneficios y emisiones. ¿Existen herramientas reales para frenar a los grandes contaminadores globales?
Los grupos empresariales dedicados a los combustibles fósiles dicen que simplemente responden a la demanda. Pero la demanda en sí no legitima lo que se comercia. Nuestras sociedades demandan armas, drogas y medicamentos. Y nos parece normal legislar sobre ello para imponer cuotas o incluso prohibir su uso. Cuando una petrolera afirma que sólo responde a la demanda, oculta todas las herramientas políticas que ya existen y que podrían debatirse para sacarnos del desastre actual.

Así que, sí, disponemos de herramientas de limitación y regulación (dos palabras tabú en la lógica neoliberal que sustenta nuestro mundo actual) que podemos movilizar. En primer lugar, a escala internacional. Desde la primera COP en 1995, las emisiones mundiales no han dejado de aumentar irremediablemente. Hay que cuestionar la utilidad misma de estas reuniones. Hemos visto en la COP28 de Dubai que no es el lugar para acabar con las energías fósiles. Las COP no cuestionan las reglas de la globalización económica y financiera desenfrenada que está en el origen de la catástrofe climática. Al contrario, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y otros acuerdos bilaterales imponen normas vinculantes y sanciones que protegen la economía globalizada. En resumen, durante los últimos 30 años, la legislación internacional sobre comercio e inversiones ha primado sobre la emergencia climática.

La solución urgente sería empezar por desmantelar y renovar democráticamente estas instituciones neoliberales y las normas que rigen la globalización para obligar a los países y a los gigantes del petróleo, el gas y el carbón a respetar sus compromisos climáticos, so pena de sanciones.

Después, a escala nacional, se podrían aplicar otras herramientas reguladoras para organizar la sobriedad de manera justa sin afectar a los más vulnerables: imponer cuotas de emisión y producción a las empresas so pena de sanciones económicas, imponer planes climáticos validados por las autoridades medioambientales y la sociedad civil, nacionalizar las partes de exploración de petróleo y gas de las multinacionales para hacer la transición energética que estas empresas no quieren hacer.

Herramientas no faltan, lo que falta es voluntad política...

China es el gran mercado de gas futuro, en el que se está apoyando Rusia y Gazprom, y es la gran constructora de centrales de carbón en la actualidad, principalmente en Asia meridional y África. Su presidente, Xi Jinping, sin embargo, no deja de hablar de la nueva “civilización ecológica” que quiere construir. ¿Se puede confiar en China para frenar la crisis climática?
En primer lugar, no hay que olvidar que muchos países del Norte, sobre todo europeos, emiten menos gases de efecto invernadero desde los años 90, puesto que ya no disponen de instalaciones de producción, ya que muchos bienes de consumo se fabrican ahora en Asia, sobre todo en China. En resumen, Europa ha exportado parte de sus emisiones a China.

China es también una contradicción: es un país que sigue construyendo centrales eléctricas de carbón, pero al mismo tiempo es el campeón mundial en capacidad instalada de energía eólica y solar.

(...) Pero, como cuenta el historiador francés Jean-Baptiste Fressoz, sólo para extraer carbón, los ingleses utilizaban en el año 1900 más madera de la que quemaban en 1750. Lo mismo ocurre con el petróleo: en los años 30, para fabricar un coche hacían falta unas siete toneladas de carbón, es decir, tanto peso como el petróleo que quemaba durante su vida útil. El planeta nunca ha consumido tanto carbón, y nunca ha desaparecido. Las fuentes de energía no se han sustituido una tras otra, se han sumado. La transición energética es un mito, lo que realmente necesitamos es una ruptura civilizatoria (...)

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