Ana Requena Aguilar 8/4/24
“Cuéntame tus viajes, que yo vivo a través de ti”. Sentada a la mesa del salón, mi abuela Ana pedía historias y compartía las suyas. Detrás de las frases que muchas escucharon de sus madres o abuelas había mucho más que mujeres que querían para las suyas lo que ellas anhelaron. “Tú estudia”, “sé libre”, “gana tu propio dinero, no dependas de nadie”, “haz lo que yo no pude”, “disfruta todo lo que puedas”. Esas consignas hablaban, de alguna manera, de sus heridas: del sacrifico, de la renuncia a lo que una es o desea, de la frustración por las vocaciones aplastadas, de la negación de su autonomía. Y por último, del olvido: ni la historia con mayúsculas ni la sociedad más cotidiana parecía considerar importante lo que ellas habían vivido, hecho, pensado o trabajado. Las batallitas siempre eran las del abuelo. Pero, ¿qué soñaban madres y abuelas?, ¿qué batallas dieron ellas?
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