Alessandro Zara Ferrante 28 de mayo de 2024
Domínguez acaba de publicar Lobo (Ed. Erasmus), un libro en el que aborda la relación del Canis lupus con el Homo neandertalensis y el Homo sapiens desde sus orígenes hasta nuestros días, y repasa la influencia de este vínculo en diferentes sociedades en el mundo. Lobo, que se presenta este miércoles en el Museo de Ciencias Naturales, desvela la presencia única e insustituible de esta especie animal en las culturas griega, romana, turca, árabe, india, mongola, judía y cristiana.
¿Por qué habla de “una amistad traicionada por el hombre”?
Según Pat Shipman, investigadora de la Universidad de Pensilvania, la alianza del Homo sapiens y el Canis lupus llevó a la extinción del Neandertal, al competir el primero con ventaja en el sector cinegético. Luego, al desarrollarse la cría de animales para su consumo, el Sapiens domesticó al perro y dejó de compartir con el lobo su alimento. Esa fue la primera de las muchas traiciones que describo en mi libro.
En nuestro imaginario colectivo están los cuentos de Pedro y el lobo o Caperucita Roja, en los que el lobo es ajusticiado por los cazadores, pero también hay leyendas de bebés humanos criados por manadas de lobos. ¿En qué se basa la criminalización que sufre el lobo en el siglo XXI?
El hombre ha invadido el hábitat natural del lobo para cultivar y sobre todo, criar animales. Con la caza, hoy en día algo totalmente superfluo, también esquilma la población de sus presas naturales, empujándolo a atacar rebaños. Pero la cantidad de animales matados por lobos en las explotaciones ganaderas es insignificante. Las administraciones públicas reembolsan las supuestas pérdidas de los criadores, y son constantes los fraudes en este sentido.
¿Qué protección tiene el lobo en España en este momento?
Costó sangre, sudor y lágrimas conseguir involucrar al Gobierno de España en la protección por ley del lobo ibérico. El lobo ibérico entró en el LESPRE (Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y Catálogo Español de Especies Amenazadas) en septiembre de 2021. Desde entonces, ni se ha desmadrado demográficamente ni provoca tantas bajas entre el ganado, como vaticinaban los más agoreros. La explicación es sencilla: cazar lobos destroza socialmente a las manadas. Los cazadores intentan hacerse con los individuos más grandes, los machos alfa. Al descabezar el grupo, los individuos más jóvenes son incapaces de cazar presas de fauna silvestre –como jabalíes, ciervos o corzos– y comienzan a atacar ovejas y cabras.
Entonces ¿no está suficientemente protegido?
Lo estaría, pero la derecha española ha emprendido una campaña para desprotegerlo y así poder seguir masacrándolo, sin medida y sin piedad.
¿Por qué esa campaña, principalmente por parte de la derecha y la ultraderecha, contra el lobo y los grandes carnívoros en general?
Estas majestuosas especies representan sobre todo territorio, cientos de miles de hectáreas. La protección de sus poblaciones conlleva la prohibición de la caza, así como otros usos tradicionales del suelo contrarios al lógico respeto por la biodiversidad. Por eso se empeñan en convencer a la sociedad de la falaz tesis de que el lobo es enemigo del mundo rural y el verdugo que dará el tiro de gracia a la España vaciada. Esta idea es falsa e inverosímil, y no supera un mínimo análisis científico de la especie y de la situación en la que se encuentra.
¿Cuál es la realidad?
La realidad es que el lobo es indispensable. Los servicios ambientales que el lobo presta a lo largo y ancho de nuestro país son impagables e insustituibles. Es el único que puede regular eficazmente las poblaciones de ungulados silvestres como el jabalí. Lo mismo pasa con diferentes enfermedades contagiosas que amenazan a las diferentes cabañas ganaderas. Tan solo manadas organizadas de lobos podrán hacer frente a las mismas, como cortafuego natural, gracias a un súper olfato único en el reino animal, que los lleva a detectar en el monte a la presa portadora de cualquier patógeno y darle caza.
¿Cómo habría que actuar?
Nuestro lobo ha de estar protegido por las leyes españolas, porque su fragilidad genética nos lleva a considerarlo especie en peligro de extinción extremo. Si no queremos perder a la especie hay que evitar su caza, así como los controles letales de población llevados a cabo por diferentes comunidades autónomas. Cada lobo muerto es un peldaño más hacia el abismo de la falta de variabilidad genética (...)
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