Sandra Vicente Barcelona — 23 de noviembre de 2025
Una exposición interactiva recrea el apartamento de la Barceloneta desde donde se imprimía propaganda y sitúa al visitante justo en el instante en que fueron detenidas por su actividad clandestina
— Así vivieron los españoles la muerte de Franco: del emborrachamiento de esperanza al miedo sostenido
Barcelona, 1940. En un piso del barrio de la Barceloneta, de esos que reciben el nombre de quart de casa por su escasísimo espacio, viven tres chicas. De cara a la galería, son modistas. Pero lo que esconde el ruido de las máquinas de coser es el teclear frenético de las tipógrafas. Ese apartamento, que se disfrazaba de hogar y taller de unas alegres jóvenes era, en realidad, el piso franco de unas militantes del PSUC.
Entre esas cuatro paredes del número 37 de la calle Grau i Torras se redactaba propaganda y boletines, se acogía a refugiados y a represaliados y se organizaban acciones políticas.
Sus integrantes eran Soledad Real, Clara Pueyo e Isabel Imbert. A su tríada se debe sumar a María Salvo, otra compañera de lucha con la que se organizaban por carta y quien, a pesar de no poder poner un pie en Barcelona por seguridad, era una integrante más de ese piso.
“En el desierto de mi vida, esta casa será un oasis”. Esa frase, recogida en una carta que María envió a Soledad, fue la que bautizó a aquel piso franco con el nombre de Oasi [Oasis, en catalán]. Como los respiros que ofrece el desierto, aquel piso fue imprescindible, pero breve. (...)
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