Transitamos por ella y la recorremos. Memorizamos sus nombres y localizamos sus lugares. La fotografiamos, la narramos y ocasionalmente la exploramos. Propia o ajena, la ciudad nos convoca cotidianamente a desplegar mil y una prácticas en nuestra relación con ella. ¿Podemos incluir el aprendizaje? ¿Cómo sería aprender la ciudad? Más aún, ¿cómo sería tornar la ciudad en espacio de aprendizaje? Ciudad Escuela pretende responder a esa pregunta a través de una propuesta de pedagogía urbana abierta. Un ejercicio colectivo que participa de esas nuevas sensibilidades urbanas que han emergido en los últimos años en la ciudad de Madrid. Ciudad Escuela despliega una trama de itinerarios de aprendizajes, propuestas conceptuales y ejercicios prácticos de intervención material que se localizan en sitios donde creemos que se están alumbrando nuevas forma de imaginar y practicar lo urbano, una ciudad distinta. Queremos pensar en Ciudad Escuela como una infraestructura pedagógica que hace de la ciudad un objeto de aprendizaje y, simultáneamente, el lugar donde se emplaza una forma de pedagogía abierta.
La ciudad está plagada desde el siglo XIX de figuras que sintetizan formas particulares de relacionarnos con lo urbano: el flâneur, el turista, el vecino… Cada uno hace de la ciudad un recorrido que pasea, una geografía para el disfrute o un espacio de cotidianidad. ¿Podríamos pensar nuestra relación con la ciudad a través del aprendizaje? La pregunta es quizás trivial porque la ciudad nos desafía en un ejercicio de aprendizaje constante, no importa si simplemente deambulamos, disfrutamos o habitamos en ella, la ciudad nos obliga a aprenderla constantemente. Pero en esos aprendizajes individuales la ciudad se mantiene a distancia, nos transforma pero no se deja transformar. ¿Cómo sería una relación de aprendizaje simétrica con la ciudad, una relación en la cual ella no sea la única que deje su rastro sobre nosotros sino donde dejemos la marca visible de nuestro aprendizaje urbano? Una relación donde aprender cómo es una ciudad justa, equitativa y hospitalaria hace que la ciudad sea un poco más justa, más equitativa y más hospitalaria.
Sabemos que nuestras ciudades se han convertido en lugares para el tránsito pasajero que nos obliga a un movimiento perpetuo. Ciudad Escuela abandona la ciudad del movimiento por la ciudad ‘mobilizada’. Con ‘b’ de mueble. Mobilizamos la ciudad cuando la movilizamos mobiliarmente, equipándola con muebles que reformulan nuestra vida en común. Ya lo vimos en la #AcampadaSol que amuebló con dispensario, biblioteca, comedor y dormitorio el centro de Madrid. Un ejercicio experimental que reequipó material y conceptualmente la ciudad y que nos conmina a tomarnos en serio el mobiliario. Tecnologías mundanas y humildes que parecen desprovistas de potencia política, sentido estético y condición social, pero que nos han mostrado la capacidad para un nuevo género de especulación, no inmobiliaria sino mobiliar: aquella a través de la cual especulamos con otras formas de lo urbano. Amueblar la ciudad es entonces hacer del espacio público hogar, diluir la distinción entre interiores y exteriores. Amueblar la ciudad es hacer de la calle una cocina experimental, cuadrar la plaza en sala de estar, convertir la acera en pasillo doméstico y tornar el jardín en huerto vecinal. En ese ejercicio el mueble se torna en habitante urbano de derecho pleno, cargado de sentido político y condición social. Así que mientras aprendemos a reequipar materialmente la ciudad reamueblamos el derecho que tenemos a habitarla e intervenir en ella. Amueblar la ciudad es liberar las capacidades de una pedagogía experimental urbana.
La ciudad está plagada desde el siglo XIX de figuras que sintetizan formas particulares de relacionarnos con lo urbano: el flâneur, el turista, el vecino… Cada uno hace de la ciudad un recorrido que pasea, una geografía para el disfrute o un espacio de cotidianidad. ¿Podríamos pensar nuestra relación con la ciudad a través del aprendizaje? La pregunta es quizás trivial porque la ciudad nos desafía en un ejercicio de aprendizaje constante, no importa si simplemente deambulamos, disfrutamos o habitamos en ella, la ciudad nos obliga a aprenderla constantemente. Pero en esos aprendizajes individuales la ciudad se mantiene a distancia, nos transforma pero no se deja transformar. ¿Cómo sería una relación de aprendizaje simétrica con la ciudad, una relación en la cual ella no sea la única que deje su rastro sobre nosotros sino donde dejemos la marca visible de nuestro aprendizaje urbano? Una relación donde aprender cómo es una ciudad justa, equitativa y hospitalaria hace que la ciudad sea un poco más justa, más equitativa y más hospitalaria.
Sabemos que nuestras ciudades se han convertido en lugares para el tránsito pasajero que nos obliga a un movimiento perpetuo. Ciudad Escuela abandona la ciudad del movimiento por la ciudad ‘mobilizada’. Con ‘b’ de mueble. Mobilizamos la ciudad cuando la movilizamos mobiliarmente, equipándola con muebles que reformulan nuestra vida en común. Ya lo vimos en la #AcampadaSol que amuebló con dispensario, biblioteca, comedor y dormitorio el centro de Madrid. Un ejercicio experimental que reequipó material y conceptualmente la ciudad y que nos conmina a tomarnos en serio el mobiliario. Tecnologías mundanas y humildes que parecen desprovistas de potencia política, sentido estético y condición social, pero que nos han mostrado la capacidad para un nuevo género de especulación, no inmobiliaria sino mobiliar: aquella a través de la cual especulamos con otras formas de lo urbano. Amueblar la ciudad es entonces hacer del espacio público hogar, diluir la distinción entre interiores y exteriores. Amueblar la ciudad es hacer de la calle una cocina experimental, cuadrar la plaza en sala de estar, convertir la acera en pasillo doméstico y tornar el jardín en huerto vecinal. En ese ejercicio el mueble se torna en habitante urbano de derecho pleno, cargado de sentido político y condición social. Así que mientras aprendemos a reequipar materialmente la ciudad reamueblamos el derecho que tenemos a habitarla e intervenir en ella. Amueblar la ciudad es liberar las capacidades de una pedagogía experimental urbana.
No es difícil reconocer en tal propuesta las filiaciones con emergencias recientes y culturas urbanas tradicionales. En los últimos tres años hemos aprendido del 15M otras maneras de habitar y ocupar el espacio público, un ejercicio de generación de nuevas atmósferas para el aprendizaje político, para la vida en común. Hemos aprendido de la PAH el trabajo terapéutico del lenguaje y las nuevas formas de narrar la ciudad a través de las series sincopadas de tweets que dan cuenta de asambleas o los streamings que relatan la más miserable práctica institucional de los desahucios. Proyectos como el Campo de Cebada y Esta es una plaza en Madrid nos han enseñado que amueblar el espacio público es equipar la ciudad con nueva capacidades y dotarnos a nosotros, ciudadanos, de nuevas habilidades. Y la Red de Huertos Urbanos de Madrid (ReHd mad!) nos ha mostrado cómo abrir un surco en la tierra es tirar una línea en el rediseño de la ciudad. Porque la ReHd no sólo hace crecer tomates, también labra un nuevo futuro urbano. Reconocemos esos lugares donde la ciudad se reformula y aprende y queremos tomar parte en ese esfuerzo por un aprendizaje expandido.
En nuestro itinerario por la Ciudad Escuela abrimos la pedagogía de tres maneras. Primero sacamos el aprendizaje a la calle y lo emplazamos en el espacio público urbano. Este no es para nosotros el lugar para el tránsito efímero de la vida cotidiana, ni el espacio de la sociabilidad pasajera, ni la localización de la política antagónica. Meses atrás presenciamos un gesto radical de algunas universidades madrileñas cuando sacaron sus clases a la calle. Ubicarse en ella era una manera de desbordar los muros confortables de la institución para dejar entrar nuevas maneras de aprender. La calle y la plaza se tornan en lugares para el aprendizaje de Ciudad Escuela, y en ese gesto nos abrimos a nuevos conocimientos y problematizamos las jerarquías epistémicas recibidas, porque la calle requiere de otros saberes para habitarla.
El segundo ejercicio de apertura es un eco de los aprendizajes que desde hace años tienen lugar en Madrid y en muchas otras ciudades. Abrimos la pedagogía reconociendo saberes y aprendizajes que pasan desapercibidos, son invisibilizados y quedan marginados. Saberes y aprendizajes que construyen una ciudad distinta en lugares donde proliferan los huertos que problematizan el cuerpo, nuestra relación con la comida o la economía política de la ciudad; lugares donde el recorrido masivo de ciclistas diseña una ciudad distinta al mismo tiempo que hacen visible nuestras sofisticadas ecologías urbanas; lugares donde el reequipamiento material de la ciudad con tecnologías mundanas desestabiliza la experticia del urbanismo tecnocrático. Ciudad Escuela es un eco de esos saberes y se abre a ellos: cualquier iniciativa y proyecto urbano puede incorporarse y proponer sus propias unidades e itinerarios de aprendizaje. Ciudad Escuela es en este sentido una infraestructura pedagógica abierta.
En nuestro itinerario por la Ciudad Escuela abrimos la pedagogía de tres maneras. Primero sacamos el aprendizaje a la calle y lo emplazamos en el espacio público urbano. Este no es para nosotros el lugar para el tránsito efímero de la vida cotidiana, ni el espacio de la sociabilidad pasajera, ni la localización de la política antagónica. Meses atrás presenciamos un gesto radical de algunas universidades madrileñas cuando sacaron sus clases a la calle. Ubicarse en ella era una manera de desbordar los muros confortables de la institución para dejar entrar nuevas maneras de aprender. La calle y la plaza se tornan en lugares para el aprendizaje de Ciudad Escuela, y en ese gesto nos abrimos a nuevos conocimientos y problematizamos las jerarquías epistémicas recibidas, porque la calle requiere de otros saberes para habitarla.
El segundo ejercicio de apertura es un eco de los aprendizajes que desde hace años tienen lugar en Madrid y en muchas otras ciudades. Abrimos la pedagogía reconociendo saberes y aprendizajes que pasan desapercibidos, son invisibilizados y quedan marginados. Saberes y aprendizajes que construyen una ciudad distinta en lugares donde proliferan los huertos que problematizan el cuerpo, nuestra relación con la comida o la economía política de la ciudad; lugares donde el recorrido masivo de ciclistas diseña una ciudad distinta al mismo tiempo que hacen visible nuestras sofisticadas ecologías urbanas; lugares donde el reequipamiento material de la ciudad con tecnologías mundanas desestabiliza la experticia del urbanismo tecnocrático. Ciudad Escuela es un eco de esos saberes y se abre a ellos: cualquier iniciativa y proyecto urbano puede incorporarse y proponer sus propias unidades e itinerarios de aprendizaje. Ciudad Escuela es en este sentido una infraestructura pedagógica abierta.
Creemos necesario comenzar a reconocer esos otros saberes: la experticia que les acompaña, el valor que aportan y la complejidad que les caracteriza. Y lo hacemos en un tercer gesto de apertura utilizando una singular infraestructura basada e inspirada en el software libre, la que la Fundación Mozilla ha desarrollado en los últimos años para la construcción de lo que denomina Open Badges. Un sistema de acreditación a través del cual es posible dar cuenta de la realización de aprendizajes. Abrimos la pedagogía infraestructuralmente para reconocer un hecho acuciante, la evidencia de que el conocimiento sólido y fundado no se elabora únicamente dentro de los muros de la universidad y los centros de investigación, sino más allá de ellos, por aficionados, apasionados y públicos autónomos. Los Open Badges son un intento por dar crédito y acreditar esos otros saberes.
Para lograrlo Ciudad Escuela propone una trama de itinerarios urbanos, recorridos espaciales por la ciudad que despliegan tránsitos conceptuales, un trasiego de los lugares a los conceptos que es de ida y vuelta. Cada uno de los cinco itinerarios del proyecto señala un dominio fundamental para pensar algunos de los fenómenos más singulares que acontecen actualmente en Madrid: la ciudad en beta que hace de lo urbano el lugar para la experimentación; los des-plazamientos que emplazan y desplazan nuevos lugares para intervenir en lo urbano; la emergencia de los nuevos lenguajes que narran la ciudad; las nuevas interfaces a través de las cuales damos cuenta de nuestro habitar en ella; y las infraestructuras abiertas a través de las cuales reamueblamos el derecho a una ciudad distinta. Cada itinerario se organiza a través de módulos de aprendizaje (badges que acreditan) y cada uno de ellos señala un concepto fundamental para pensar las emergencias de lo urbano: las infraestructuras abiertas, la autoconstrucción, el archivo urbano, las formas de visualización o la gestión de la sostenibilidad.
Ciudad Escuela abre sus puertas con la intención de seguir abriendo la ciudad a nuevos aprendizajes. Ciudad Escuela se abre a cualquiera que quiera aprender, a quienquiera que nos quiera enseñar cómo podemos hacer otra ciudad distinta.
Para lograrlo Ciudad Escuela propone una trama de itinerarios urbanos, recorridos espaciales por la ciudad que despliegan tránsitos conceptuales, un trasiego de los lugares a los conceptos que es de ida y vuelta. Cada uno de los cinco itinerarios del proyecto señala un dominio fundamental para pensar algunos de los fenómenos más singulares que acontecen actualmente en Madrid: la ciudad en beta que hace de lo urbano el lugar para la experimentación; los des-plazamientos que emplazan y desplazan nuevos lugares para intervenir en lo urbano; la emergencia de los nuevos lenguajes que narran la ciudad; las nuevas interfaces a través de las cuales damos cuenta de nuestro habitar en ella; y las infraestructuras abiertas a través de las cuales reamueblamos el derecho a una ciudad distinta. Cada itinerario se organiza a través de módulos de aprendizaje (badges que acreditan) y cada uno de ellos señala un concepto fundamental para pensar las emergencias de lo urbano: las infraestructuras abiertas, la autoconstrucción, el archivo urbano, las formas de visualización o la gestión de la sostenibilidad.
Ciudad Escuela abre sus puertas con la intención de seguir abriendo la ciudad a nuevos aprendizajes. Ciudad Escuela se abre a cualquiera que quiera aprender, a quienquiera que nos quiera enseñar cómo podemos hacer otra ciudad distinta.
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