Manu Pineda, español, y Valeria Cortés, venezolana, forman parte de los brigadistas internacionales de la asociación Unadikum que trabajan en la Franja de Gaza
“Si al menos el 50% de los gobiernos rompieran relaciones diplomáticas con Israel esta cantidad de muertos se podría evitar”, defiende Valeria
En el año 2013 comenzaron a aparecer en la Franja de Gaza activistas internacionales con unos chalecos reflectantes amarillos en cuyo reverso se leía: Unadikum (Os llamo, en árabe). Unadikum es un célebre poema escrito por el poeta palestino Tawfiq Zayad que más adelante se transformó en canción, interpretada por el libanés Ahmad Qabour, quien la convirtió en un símbolo de la resistencia y de la solidaridad. “Me sacrifico por vosotros”, dice uno de sus versos.
Manu Pineda es malagueño y uno de los fundadores de las Brigadas Internacionales Unadikum. Junto a él, Valeria Cortés, venezolana que cruza el ancho mar Atlántico siempre que puede para pasar largas temporadas en Gaza. Ambos se han sacrificado por los palestinos durante más de treinta días de ofensiva israelí contra la Franja de Gaza. En el hospital Wafa estuvieron varios días entregándose como escudo humano ante las continuas amenazas de los israelíes que insistían en bombardearlo. Finalmente, así fue, y todos tuvieron que huir. Manu y Valeria arrastraron hacia las ambulancias como pudieron a enfermos en estado comatoso. Después de este funesto capítulo, decidieron acompañar al personal sanitario en las ambulancias cada noche con la idea de disuadir a Israel con su presencia para que no atacaran los vehículos de auxilio. A pesar de ello, vivieron momentos en los que, efectivamente, el Ejército israelí atacó deliberada y directamente ambulancias y paramédicos.
“Nuestra función de escudo humano era dudosa. Israel había pasado todos los límites. Si bombardean niños o escuelas de la ONU, ¿por qué no a españoles, venezolanos, estadounidenses o suecos? Hubo un momento en esta matanza en el que sentimos que nuestra tarea era apoyar a nuestros hermanos palestinos más que servir de escudo humano”, cuenta Valeria.
¿Cuál fue el momento más duro? Manu coge nervioso un cigarrillo, esta vez no fuma su pipa como lo hacía en la línea verde cuando en primavera trabajaban protegiendo a los labradores: “Fue cuando asesinaron a los cuatro niños de la familia Baker. Al padre de uno de los niños lo conocía personalmente, es un pescador y nosotros trabajamos con los pescadores a menudo. Cuando fui a darle el pésame a su casa me encontré con que él estaba totalmente destrozado. Cuando me acerqué se me echó encima y nos abrazamos, y entonces yo también me puse a llorar. Yo soy padre de tres hijos, dos de ellos son pequeños, y fácilmente me pongo en el lugar de los padres”.
Valeria, por su parte, nunca olvidará uno de los rescates sucedidos en el centro de la Franja de Gaza. “Estábamos esperando con la ambulancia a que sacaran cadáveres de debajo de una casa bombardeada cuando, de repente, oímos el misil de un drone cayendo muy cerca, a 40 metros, contra otra vivienda. En un minuto, adultos y niños heridos aparecieron en la calle corriendo. En la ambulancia sostuve un niño que había perdido su pantorrilla, su pie colgando solo sujeto por un tendón y sus tripas fuera. Él estaba consciente. Sin medios en las ambulancias, sin nada que colocarle, ni vendas… El padre intentaba taparle los ojos para que el niño no viera su cuerpo mientras se retorcía de dolor y en cada curva al niño se le salían más las tripas y la sangre saltaba por todos lados. Entonces, el niño comenzó a quedarse blanco, a perder la consciencia, y el padre lloraba desconsolado. Eso fue muy traumático”.
Unadikum, además de servir como escudo humano en ambulancias u hospitales, también intentan, por varios medios, trasladar a niños enfermos o heridos a hospitales españoles para ser tratados. Asimismo, reportan e informan con texto y fotografía sobre ataques contra civiles o se reúnen con las familias afectadas.
“Nosotros queremos contrarrestar la campaña de intoxicación que hacen los medios en Occidente”, aclara Manu: “Siguen hablando del derecho de autodefensa de Israel, de que Israel está aquí matando terroristas. Nosotros estamos hartos de recoger a terroristas de pocos meses de vida en nuestras manos, con el cráneo reventado por las bombas que tira Israel gracias a la colaboración de las democracias occidentales. Cada vez que hay problemas internos entre Netanyahu o algún otro como Lieberman terminan resolviéndolo bombardeando Gaza”.
“Gaza está haciendo todo lo que puede”, comenta Valeria, “no pueden poner más valentía, más sangre, lucha y resistencia en esta batalla”.
En la Franja de Gaza muchos son los que ya conocen las brigadas Unadikum. Llegan desde el paso egipcio de Rafah no sin pasar por la dificultosa tarea de conseguir un permiso de entrada que tiene que ser expedido por las autoridades egipcias. Cuando llegan al pueblo fronterizo egipcio de Al-Arish, normalmente la frontera no está abierta y deben esperar días, incluso semanas, hasta poder llegar a su destino.
“Ahora mismo tenemos una serie de activistas esperando los permisos para entrar. Una veintena llegarán a Gaza para mediados de septiembre”, cuenta Manu: “Tenemos que seguir informando sobre esta masacre. Aquí hay una Franja destrozada, una Franja en la que la cuarta parte de la población no tiene viviendas, hay falta de medicamentos, stock cero en los almacenes de los hospitales, necesidad construir una central eléctrica que no dependa del carburante”.
Manu deja bien claro que su solidaridad se encauza hacia el pueblo palestino de la Franja, no hacia sus políticos. “El hecho de que yo esté en Gaza hace que muchos me consideren de Hamás. Eso lo dice mucha gente excepto la gente de Hamás”, dice sonriendo Manu, “que saben bien que no tengo ninguna simpatía por su política porque yo soy ateo y comunista”. Manu defiende la legitimidad de Hamás como facción política palestina vencedora de las últimas elecciones celebradas en 2006. “Hamás es el Gobierno que ha elegido el pueblo, lo votó democráticamente. Para mí, Hamás no es terrorismo, sino un movimiento de resistencia que yo respeto, igual que respeto a todos los que resisten frente a un movimiento de terroristas que es la entidad sionista. Yo creo que a quien habría que meter en la lista de terroristas es al Gobierno israelí y a sus fuerzas de ocupación”.
Los y las unadikum tuvieron residencia y sede en una casa situada en el devastado pueblo de Khuza’a, al sur de la Franja de Gaza. Sitiado y bombardeado por el Ejército israelí durante 11 días. Hoy, ya no reconocen nada a su paso. “Estuve ahí hace unos días y no sabía dónde estaba”, relata Manu: “No hay calles que te sirvan de referencia, ni edificios… Yo estaba desorientado. No sabría llegar hasta la casa donde vivíamos”.
Antes de esta guerra, Manu y Valeria conocían bien los silbidos de los disparos israelíes, los motores de los drones o los rugidos de los F16 surcando el cielo. Ahora conocen demasiado bien los bombardeos aéreos, los ataques con obuses o con artillería pesada.
“Si al menos el 50% de los Gobiernos rompieran relaciones diplomáticas con Israel, sacaran las embajadas de Israel de su país, esta cantidad de muertos, más de 1.940, se habría evitado, denuncia Valeria: ” Podemos parar los pies a Israel con la movilización internacional”.
“Palestina no necesita un Gobierno de colaboración con la ocupación”, afirma Manu, “necesita un Gobierno de resistencia y de combate. En Unadikum nuestro llamamiento es a la unidad de todos los palestinos contra la ocupación”.
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