http://comunitariapress.wordpress.com/2014/08/19/cuando-un-grupo-de-mujeres-se-vuelve-luz-para-quienes-desaparecieron/ Texto de Nelton Rivera
Esta es la historia de doña Carmen, de lo que vivió después de la desaparición de su esposo Felipe por parte del ejército de Guatemala el 11 de mayo de 1981. Su esposo se llamaba Felipe Guzmán era agricultor, ese día llego el ejército a su comunidad, ingresó al terreno de su propiedad y se dirigió a su casa, entraron y sin más se llevaron a don Felipe.
Ésta es la historia de doña Carmen, de cómo tuvo ella que huir, por el asedio militar. Después se organiza en el Comité Nacional de Viudas de Guatemala y empiezan a buscar a sus famiiares en el terreno en donde estuvo el destacamento militar. Muchas mujeres tuvieron muchos sueños reveladores y estaban seguras que ahí estaban sus seres queridos.
Un buen día se dio el momento e iniciaron la búsqueda de los detenidos desaparecidos y así fue como se organizaron con la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala – CONAVIGUA y que junto a la Fundación de Antropología Forense de Guatemala – FAFG en el año 2003 iniciaron a realizar los trabajos de exhumación, estos finalizaron en 2005. Los trabajos en el antiguo destacamento militar en San Juan Comalapa en el lugar conocido como Palabor, la FAFG realizó la exploración de 52 fosas, en ellas fueron encontradas 220 osamentas. Don Felipe aún no ha aparecido y doña Carmen no cesa en su lucha por encontrarle.
Mi vida después de que se lo llevaron
Después del secuestro de él, asumí la responsabilidad como padre y madre, mantuve a mis hijos, yo estaba embarazada cuando a él lo secuestraron, mi bebe nació el 22 de agosto de 1981. Cuando mi hija tenía 8 dias de nacida regresó el ejército a la casa, entró el primero de los militares, estaban mis dos sobrinas conmigo, y nos gritó ¿qué hacen aquí? (...)
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El corazón palpita y el corazón dice que sí, ahí están nuestros muertos.
Era el año 89 o 90 cuando regresé que escuché la noticia del trabajo de CONAVIGUA, comenzamos a juntarnos aquí en el 91, fue en ese momento me ingresé a la organización (...)
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Recuerdo ese 28 de agosto 2003, no sabíamos qué decir cuando encontramos la primera fosa. Vimos a los pobres que estaban en la primer fosa, luego la segunda y la tercera y así, hasta que terminó la exhumación. No los podíamos sacar de la mente, nos preguntábamos cómo quedaron por última vez y cómo fue la muerte de ellos. Estábamos con la idea de ver quiénes estaban allí. ¿Será que mi esposo esta ahí?
Cuando estábamos alrededor de las fosas viendo cómo los antropólogos les están limpiando, alguna gente gritaba: “ahí está mi esposo”, “ella es mi esposa”, “vayan a llamar a mis hijos él es mi esposo” “Esa es su ropa, él estaba quebrado de su brazo, él tenía una quebradura y exactamente se veía la quebradura”, con todo eso se desata el llanto.
Los vimos atados con lazos, o con alambre, con piedras alrededor de la cabeza. Quienes estábamos ahí decíamos “¡Ay! yo siento que ahí está mi familia”. El corazón palpita y el corazón dice que sí, ahí están nuestros muertos.
Sabemos que fue en donde estuvo el destacamento militar, que esa tierra la ocupó el destacamento. Sabíamos donde estaba la garita, sabemos dónde y cuándo secuestraron a los pobres señores. Todo lo que vimos, todo lo que contaba la gente, quemaban lo que encontraban.
Lo que más nos duele son las mujeres. Cuántas mujeres no han podido hablar. Sabemos porque mucha gente lo vio, lo cuenta de cómo actuó el ejército, sus objetivos, como violaron a las mujeres, como torturaban a la gente y de cuando las tiraban a las fosas. Lo que hicieron con ellos, a ellos mismos los pusieron a cavar sus propias fosas, la gente pedía agua y en vez de darles agua se las negaron. Y al final los enterraron ahí mismo, enterraron a la gente viva.
La importancia de la decisión de las mujeres de CONAVIGUA que tomaron la decisión de hacer la exhumación en esa tierra donde estuvo el ex destacamento es de tranquilidad para mucha gente. El dueño se sintió agradecido, porque el mismo contaba que cuando se estaba en ese terreno les lanzaban piedras, o les silbaban. Después de la exhumación ya hay tranquilidad en la tierra.
Ahora cuando escuchamos sobre el general Rios Montt y que el presidente actual dice que no hubo genocidio, yo digo, ¿cómo que no? Si allí están las familias, allí están las evidencias ¿cómo se atreven a negar que no hubo genocidio?
Las visitas en los sueños
Cuando él me habló en mi sueño me dijo “No me vas a encontrar. Le dije “Felipe y cuándo? y me dijo “En la orilla de un río ahí estoy yo, no me vas a encontrar”. En otro sueño me dijo “No me vas a encontrar, yo los estoy viendo, me están buscando pero no me van a encontrar”. Una tercera vez me dijo lo mismo.
Sin embargo la última vez que yo lo soñé estábamos en el destacamento, debajo de un árbol estaba él. Que el llegó y me dijo “Aquí estoy, yo quiero que comamos juntos” Yo lo veía y agregó “espérame aquí, espérame aquí” y me dio un plato de comida, luego caminó, bajó, bajó, bajó y después yo lo perseguí, bajé también y se regresó conmigo. Después estuvimos ahí debajo de ése árbol y ya no me dijo nada. Yo creo que lo voy a encontrar.
Estamos agradecidas con los árboles
Gracias a nuestra organización CONAVIGUA que fue como una mamá que junta a sus hijitos. Es una gran historia porque no todas de un solo nos juntamos, no todas de un solo dimos vida a la organización, poco a poco nos levantamos agarradas de la mano. Esperamos que seamos más, que nuestros hermanos que todavía están en esos lugares como los cementerios clandestinos salgan.
Por eso estamos muy agradecidos con ese lugar, a pesar de lo que los ejércitos hicieron ahí. Pero en ese terreno los árboles hablaron, los árboles dijeron “aquí está.” Estamos muy agradecidas con la madre naturaleza, la madre tierra y de verdad no olvidaremos ese lugar santo, ese lugar digno porque que ahí estuvieron los árboles que cubrieron a nuestros hermanos, a nuestros seres queridos.
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