Amelia Díaz Benlliure · 22/2/2018
Hija mía,
yo también tuve pechos de durazno
(ahora te avergüenzan la gravedad y la manzana)
y tuve un padre que me sostenía
cada vez que saltábamos las olas.
Tuve
un pasado de presentes continuos
y la sinfonía de unos besos pielentera.
Y tuve amores que no rozaron
ni la estrategia de mi campo de batalla.
yo también tuve pechos de durazno
(ahora te avergüenzan la gravedad y la manzana)
y tuve un padre que me sostenía
cada vez que saltábamos las olas.
Tuve
un pasado de presentes continuos
y la sinfonía de unos besos pielentera.
Y tuve amores que no rozaron
ni la estrategia de mi campo de batalla.
Hija mía,
ahora vives días de voltereta y carrusel,
rasgas la penumbra con tu sonrisa
y aletean flores en tus pupilas.
Tienes
el sendero irisado que orilla los océanos
y brisa de naranjos entibiando tu volcán.
Para ayudarte a surcar las arrugas de la piel,
tendrás la mano perenne
de esta madre obsoleta,
hija mía..
.
(A.D.B.)
..........................................
ahora vives días de voltereta y carrusel,
rasgas la penumbra con tu sonrisa
y aletean flores en tus pupilas.
Tienes
el sendero irisado que orilla los océanos
y brisa de naranjos entibiando tu volcán.
Para ayudarte a surcar las arrugas de la piel,
tendrás la mano perenne
de esta madre obsoleta,
hija mía..
.
(A.D.B.)
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