Javier Álvarez es uno de los promotores de la Nueva Psiquiatría, un movimiento que critica el "biologicismo" actual y que defiende una psicología con alma. Jesús García Blanca
Javier Álvarez Rodríguez es un psiquiatra honesto que ha ejercido siempre "de un modo tradicional pero con mucha autocrítica". Hasta hace poco era jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital de León, el centro de referencia en la comunidad. Sus 40 años de experiencia profesional han estado presididos por una duda: "¿la psiquiatría es beneficiosa o perjudicial?"
Javier Álvarez: "Se usan medicamentos sin saber cómo actúan"
—Su posición a favor de la desmedicalización recuerda el movimiento de la antipsiquiatría…—En el año 1967, cuando empecé a estudiar, comenzaba la primera revolución antipsiquiátrica en España.
Estaba enamorado de Cooper, Laing y Basaglia. Para mí han sido lecturas muy importantes, pero no me he quedado ahí, porque la antipsiquiatría no planteaba ninguna solución real a la enfermedad mental.
—¿Qué nos aportó entonces?
—Lo primero, la desaparición de los manicomios. En Europa y Estados Unidos había alrededor de dos millones de personas encerradas de por vida que se han liberado: esto ya es importante.
Además, persiste la autocrítica: ¿hasta qué punto la psiquiatría es científica? ¿Hasta qué punto es una rama de la medicina? ¿Hasta qué punto los diagnósticos tienen valor? ¿Hasta qué punto los tratamientos son beneficiosos? Ese espíritu permanece a pesar de que los últimos 20 años han sido de psiquiatría especialmente biologicista.
—Se ha perseguido algo objetivo para diagnosticar y tratar...
—Sí, como una forma de acercarse a la medicina; y también por la ley del péndulo: del extremo psicologicista al extremo organicista en las últimas décadas, que yo creo que está tocando a su fin.
El péndulo ha llegado al extremo y probablemente empezará un movimiento hacia una psiquiatría con más alma, más espíritu.
--- No hay ninguna razón científica, ni bioquímica, ni médica, que justifique que uno de cada dos americanos vaya a ser diagnosticado de una enfermedad mental. Un absurdo, pero son cifras que se repiten en Holanda o Francia, y en España estamos cerca del 40%.
Estas personas recibirán además un tratamiento de por vida. Probablemente hay intereses económicos por parte de las multinacionales de la bioquímica.
—Dice que se emplean medicamentos sin saber cómo actúan.
—Sí. La bioquímica del cerebro es muy desconocida. Una sola neurona tiene entre miles y millones de conexiones con otras.
En cada una de esas conexiones está interviniendo una sustancia química diferente, y hay trillones de sinapsis neuronales en el cerebro. La base científica de la psiquiatría es casi inexistente…
La base neurofisiológica, genética, farmacológica es un pantano de arenas movedizas.
"Muchas posibilidades de Curación están fuera del marco académico de enfermedad mental"—Quizá si ampliáramos los límites de la biología, como hace por ejemplo el biólogo Bruce Lipton…
—Uno de los graves defectos de la psiquiatría es que te meten dentro de un marco de conocimientos: yo he estudiado siete años de medicina, tres o cuatro de psiquiatría...
Me dicen que esto es así, y con esas orejeras trabajas. En estos meses que estamos poniendo en marcha Nueva Psiquiatría me he dado cuenta de que muchas posibilidades están fuera de ese marco limitado, y que hay posibilidades probablemente más resolutivas que las aprendidas en las facultades.
Como la medicina ortomolecular o la nutrición… ¿Cómo es posible que la nutrición, que es la base de la vida, no esté en la carrera de medicina?
La Nueva Psiquiatría y la reducción del uso de fármacos
—¿Qué es la Nueva Psiquiatría?—Mi insatisfacción me llevó a investigar los síntomas de los esquizofrénicos o los maníaco-depresivos, que son las enfermedades en las que más daño estamos haciendo.
Y me he atrevido a elaborar una hipótesis: lo que llamamos síndrome de bipolaridad o esquizofrenia son en realidad vivencias psíquicas que, en mayor o menor medida, compartimos todos, y que son expresión, no de una enfermedad, sino de una función cognitiva que se expresa a través de alucinaciones, ataques de pánico, depresiones...
Experiencias que mucha gente tiene sin darle valor patológico, sino positivo y productivo. Yo lo he llamado "hiperia".
—¿Qué es hiperia?
—Hiperia significa literalmente "excesividad".
Y he decidido llamar así a mi hipótesis porque las vivencias a las que me refiero son en su mayoría excesivas, muy intensas; automatismos que se viven con una tremenda intensidad.
—¿Cómo aplicas eso a la práctica psiquiátrica?
—No hay que olvidar que hablamos de enfermedades que aparecen en la juventud.
Los chavales sometidos a tratamiento antipsicótico están abúlicos, apáticos, sin sentimientos, sin capacidad de pensar, de actuar, de querer… ¡de vivir!
La idea es, por lo tanto, hacer una psiquiatría diferente, en la que tratemos de medicalizar o patologizar al mínimo. Utilizar los fármacos solo en los casos en que sean imprescindibles, y en esos casos, hacerlo en las dosis justas, en los momentos justos y durante el tiempo justo.
—Pero los psicofármacos son adictivos, ¿cómo se consigue usarlos de ese modo?
—Son adictivos debido a la angustia que produce quitar esa especie de interruptor que apaga la angustia.
Pero se puede hacer de manera paulatina y con el apoyo de las familias, del entorno… Es importante dar a las familias un mensaje diferente. No entiendo que se tome níquel o litio durante treinta años sin recaídas, produciendo hipertiroidismo, nefritis…
Hay cosas que se pueden evitar tranquilamente porque la clínica dice que no va a pasar nada, y otras que hay que hacerlo paulatinamente y con ayuda de la familia.
Técnicas de apoyo
—¿Combinas los tratamientos con otras técnicas?—Estamos descubriendo el potencial del grupo horizontal.
Se reúnen afectados, familiares, terapeutas clásicos, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, terapeutas complementarios, expertos en reiki, medicina ortomolecular, nutrición, yoga, pacientes expertos…
Son personas que hace años que buscaron la solución y conocen los mecanismos válidos para superar el problema. Esto lo estamos organizando en varios sitios, donde surgen o nos lo piden, y ya está en marcha en varias provincias. El gran descubrimiento es que al final todos somos todos.
—¿Qué significa?
—El primer paso en el grupo es perder el miedo al estigma.
Yo empiezo las sesiones diciendo que he sido diagnosticado de esto y de aquello, y que he tomado Prozac diez años y que tengo ataques de pánico… y que he ido manejando todo eso. Cuando lo digo yo, se atreve a decirlo otro y otro.
Uno está en esta fase, y otro, en esta otra, pero todos tenemos algo que aportar y recibir de la experiencia de los demás: todos somos pacientes y todos podemos ser terapeutas. Para eso, es clave eliminar el estigma.
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