Antonio Larrey Lázaro en EL TRASTERO DE LA IMAGINACION · 5/1/2019
EL MIMO:
Era conocido en el barrio. Solía ponerse en la misma esquina. Siempre con idéntica parafernalia: disfrazado de buda, se quedaba quieto hasta que alguna moneda hacía que disparara divertidos movimientos. Aquel fue un gran día, aunque no se movía ni cuando dejaban monedas. Pero no importaba, su hieratismo era imponentemente profesional. La gente se quedaba mirando largos minutos esperando un pequeño fallo, un parpadeo, un leve movimiento traicionero. Pero nada en absoluto. Los profesionales bien pudieron haber confirmado que se trataba de la estatua humana más fiel y certera de la historia, pero sólo pudieron certificar que llevaba 48 horas muerto...
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Era conocido en el barrio. Solía ponerse en la misma esquina. Siempre con idéntica parafernalia: disfrazado de buda, se quedaba quieto hasta que alguna moneda hacía que disparara divertidos movimientos. Aquel fue un gran día, aunque no se movía ni cuando dejaban monedas. Pero no importaba, su hieratismo era imponentemente profesional. La gente se quedaba mirando largos minutos esperando un pequeño fallo, un parpadeo, un leve movimiento traicionero. Pero nada en absoluto. Los profesionales bien pudieron haber confirmado que se trataba de la estatua humana más fiel y certera de la historia, pero sólo pudieron certificar que llevaba 48 horas muerto...
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