enero 24, 2019

Marca hispànica

BLAS M. MINGUEZ

4 ene. 2019

En la actualidad, (En general, a lo largo de toda la historia del hombre) son muchos los personajillos que tienen a su disposición una miserable megafonía para embaucar, agitar y enfrentar a los individuos adormecidos de las sociedades en que viven, (que son las nuestras). A esos agitadores no les importa que se arme la marimorena, porque su situación los protege de todo mal. El heróico general que en la comodidad de la retaguardia, ordena a la andrajosa tropa resistir hasta el último hombre. Donald Trump, arropado por su riqueza personal, le importa una mierda el cambio climático, el hambre, las enfermedades, la educación no solo fuera de los EE.UU; sino también en su propio país. Sabe que él y su familia están protegidos contra cualquier conflicto bélico, económico o sanitario. La hambruna nunca lo tocará. En España, la  exalcaldesa de Madrid, esposa del nacional-católico Sr. Aznar, no se detuvo, siquiera  medio segundo, en pensar el dolor y daño que iba a causar a las personas, la venta a Fondos Buitre de los pisos en los que vivían. Es uno de los muchos ejemplos del jodido amor a la patria. Los ultranacionalismos se visten de  consignas agresivas sustentadas en ideas huecas de amor a un trapo que, representa, según dicen, la patria. El amor a la patria se demuestra de otras maneras: gobernar para proteger y hacer felices a los ciudadanos; facilitarles el acceso a  la educación, la sanidad, la vivienda, el trabajo; legislando para que las posiciones de privilegios no se aprovechen de los débiles. Un pueblo desorientado queda a merced de los salvapatrias. Ocurrió en Alemania, con el nacionalsocialismo de Adolf Hitler; en Italia, con el fascismo de Benito Mussolini; en la desaparecida Yugoslavia, con el nacionalismo serbio de Slobodan Milosevic. En la memoria queda la foto de la Cumbre de las Azores de Bush, Blaire, Aznar y Barroso: ¡Cuántas vidas y calamidades se han producido por causa de esa reunión!i.Tenemos la obligación de esforzarnos para indagar, escarvar, pelear hasta encontrar argumentos que desarmen, en toda ocasióna, a todos los farsantes  salvadores de la patria. Condescender, es colaborar con ellos.
P.D.: Ni me excuso ni lamento la extensión del escrito

 

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