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4 ene. 2019
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En
la actualidad, (En general, a lo largo de toda la historia del hombre)
son muchos los personajillos que tienen a su disposición una miserable
megafonía para embaucar, agitar y enfrentar a los individuos adormecidos
de las sociedades en que viven, (que son las nuestras). A esos
agitadores no les importa que se arme la marimorena, porque su situación
los protege de todo mal. El heróico general que en la comodidad de la
retaguardia, ordena a la andrajosa tropa resistir hasta el último
hombre. Donald Trump, arropado por su riqueza personal, le importa una
mierda el cambio climático, el hambre, las enfermedades, la educación no
solo fuera de los EE.UU; sino también en su propio país. Sabe que él y
su familia están protegidos contra cualquier conflicto bélico, económico
o sanitario. La hambruna nunca lo tocará. En España, la exalcaldesa de
Madrid, esposa del nacional-católico Sr. Aznar, no se detuvo, siquiera
medio segundo, en pensar el dolor y daño que iba a causar a las
personas, la venta a Fondos Buitre de los pisos en los que vivían. Es
uno de los muchos ejemplos del jodido amor a la patria. Los
ultranacionalismos se visten de consignas agresivas sustentadas en
ideas huecas de amor a un trapo que, representa, según dicen, la patria.
El amor a la patria se demuestra de otras maneras: gobernar para
proteger y hacer felices a los ciudadanos; facilitarles el acceso a la
educación, la sanidad, la vivienda, el trabajo; legislando para que las
posiciones de privilegios no se aprovechen de los débiles. Un pueblo
desorientado queda a merced de los salvapatrias. Ocurrió en Alemania,
con el nacionalsocialismo de Adolf Hitler; en Italia, con el fascismo de
Benito Mussolini; en la desaparecida Yugoslavia, con el nacionalismo
serbio de Slobodan Milosevic. En la memoria queda la foto de la Cumbre
de las Azores de Bush, Blaire, Aznar y Barroso: ¡Cuántas vidas y
calamidades se han producido por causa de esa reunión!i.Tenemos la
obligación de esforzarnos para indagar, escarvar, pelear hasta encontrar
argumentos que desarmen, en toda ocasióna, a todos los farsantes
salvadores de la patria. Condescender, es colaborar con ellos.
P.D.: Ni me excuso ni lamento la extensión del escrito
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