Marisa Peña · 28/10/2019
" En España todo lo que ocurre en torno al franquismo o a la memoria histórica no está exento de polémica. Y todo porque nunca se ha hecho pedagogía para paliar cuarenta años de nacionalcatolicismo, y otros tantos de franquismo sociológico. Hay una herida profunda y aún no cicatrizada en las víctimas y sus descendientes, pero eso no es el verdadero quid de la cuestión. El problema es que un amplio espectro de nuestra población continúa conviviendo con símbolos, valores, costumbres, fiestas, fraseología y léxico herdados de la larga dictadura, que dejó una profunda huella y lo cubrió todo con su barro fascista. No estamos curados del franquismo, su baba biliosa afectó a todos los aspectos de la vida: la escuela, las diversiones, los trabajos, las calles, la economía, las relaciones familiares,los usos amorosos y hasta el humor.La dictadura se empleó a fondo para dinamitar los valores democráticos que intentó plantar la República: arrancó de cuajo el árbol del librepensamiento, el de la libertad, el de la justicia social, el del pensamiento crítico, el del diálogo, el del entendimiento y el del respeto al que piensa de otro modo. Y nadie se planteó que había que partir de ahí, y recobrar el legado de nuestros republicanos.Pero no, se mantuvo la estructura franquista y se la maquilló de democracia sin ira. Sin pedagogía y educación del pueblo nada tiene sentido. No habrá futuro, ni esperanza. Ellos, los " caínes sempiternos" mecieron la cuna e inocularon su ideología a todos los grupos sociales. Y cuando llegó el momento de recuperar las riendas, se olvidó la pedagogía y se apostó por el enriquecimiento rápido y la sociedad del bienestar ( y no la del " bienser"). Y así estamos..."
©Marisa Peña, Enredando memoria.( Fragmento del estudio "Huellas semióticas, culturales y lingüísticas del franquismo en la España actual")
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