Marisa Peña 16/8/21
A los fundamentalismos de todo tipo y pelaje no les gustan las mujeres libres. Ser mujer es una condena a muerte si no te sometes a su barbarie. Aquí, en nuestro solar patrio, de fundamentalismos sabemos mucho, unas personas porque lo ejercieron y otras porque lo padecieron. Ser mujer en cualquier lugar del mundo lleva un plus de peligrosidad (puedes ser violada, maltratada, peor pagada por el mismo trabajo, ninguneada en tu arte, o utilizada sexualmente) pero en algunos lugares es ya una sentencia de humillación y sufrimiento cuando no directamente de muerte. Ser mujer en algunos lugares no es sino un castigo, una burla de la genética, un maldito cromosoma X que te lleva directa al infierno. Nacer mujer allí es cargar con una mochila de deberes, de obligaciones, de golpes, de silencios... Que le expliquen a esas mujeres que el feminismo que tanto necesitan para sobrevivir, para salvarse de la barbarie, anda dividido en disquisiciones semánticas, en guerras de pronombres y en luchas sin sentido. El feminismo necesita abordar este horror con unión, sororidad y empatía. Y con memoria, mucha memoria y mucho respeto por las que ya no están y las que, por desgracia, dejarán de estar muy pronto. Nos tocan a una, nos tocan a todas. No lo olvidemos.
©Marisa Peña
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