29/12/22
Literatura 451 El pinche del panadero
¡Pobre chiquillo hospiciano,
que vivió siempre tan mal!
Le recogió el panadero
Nadie sabía su nombre,
y al tenerle que llamar,
le decían siempre «¡Pinche!»,
y él contestaba: «¡Ya va!»
Trabajaba muchas horas,
vivía sin descansar
y dormía en unos sacos
en el fondo del zaguán.
La panadera, una gorda,
mala, baja y suspicaz,
tenía al pinche por golfo,
hipócrita y desleal,
atribuyéndole siempre
gandulería y maldad.
Él no sabía qué hacer
para poderse exculpar;
hablaba sin ton ni son,
no era nada perspicaz.
A veces se le embrollaban
las cuentas al calcular.
El pinche todos los años
cogía una enfermedad,
y se curaba por suerte,
o seguía sin curar.
Un último invierno frío
este pobre ganapán
tuvo la mala ocurrencia
de ir con otro a merendar
y se emborrachó de modo
que volvió a casa muy mal,
después de andar por las calles
entre el frío y la humedad.
Al día siguiente estaba
ya sin poder resollar,
con dolores sobreagudos
y una inflamación bronquial.
Una semana después
lo llevaban a enterrar
en un cochecillo pobre
con un caballo espectral,
una tarde triste y negra
del día de Navidad.
Pío Baroja
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