25/5/2024
AURORA FERNÁNDEZ POLANCO
Querida comunidad contextataria,
Imagino que, ante este estado de cosas, hace tiempo que a ustedes les pasa lo mismo que a mí, que echamos de menos las grandes manifestaciones, las salidas multitudinarias y gozosas a las calles de nuestras ciudades, esas mareas o riadas de gente coreando a voz en grito: ¡NO! o ¡ASÍ NO! o ¡NUNCA MÁS! El pasado domingo se nos juntaron varios asuntos para ello: la masacre en Gaza, la reunión de fascismos en Madrid, la defensa de la sanidad pública… Sin embargo, los medios apenas recogen cientos o miles de manifestantes. Nada que ver, desde luego, con nuestra carta (política) a los Reyes Magos.
¡Qué decir de Gaza! El otro día, al salir de la facultad, pasé por la acampada interuniversitaria de Madrid, en la Universidad Complutense. La luz del atardecer, que venía como siempre de los montes azules del Guadarrama, se iba poco a poco filtrando entre las tiendas de campaña. Se respiraba la paz del compromiso. Amé a estos jóvenes y odié, por no poder tirarme al suelo, a mis L4-L5, las protrusiones tan contextatarias que, a buen seguro, nos unen a alguna/os de esta comunidad, a quienes mis lumbares saludan cariñosamente desde aquí. Me dicen que la acampada de Granada se levanta porque han conseguido que la Universidad rompa los vínculos académicos con Israel. –“Pero nosotros seguimos aquí, negociando”. –“¿Qué necesitáis?”. –“¡Folios, por favor, y un cutter!”. Eso fue todo. Volví al día siguiente con algunas colegas. –“¿Cómo vais?”. –“Resistimos”. Hablamos mucho. –“Ponemos nuestra vida en pausa, es cierto, pero somos fundamentalmente un foco de acción política. En esto nos diferenciamos del 15M. Tenemos muy claro que nuestro objetivo político es la ruptura de las relaciones con el Estado genocida de Netanyahu”. Se alegraban de la decisión de la Corte Penal Internacional y “recibieron una patada en el estómago con los 12 puntos que España le dio a Israel en Eurovisión”. Aún no conocían el reconocimiento de Palestina. –“Llevamos dos semanas y tememos que los rectorados estén jugando al desgaste”. Una auténtica maravilla, un orgullo de jóvenes.
Los privilegiados siempre nos sentimos irremediable y angustiosamente en deuda. La ficción nos lo hace ver de manera indolora. Y consuela en cierto modo, porque tiene la capacidad de poner en juego nuestra imaginación, esa facultad política que potencia la empatía. En este sentido, me gustaría compartir con ustedes la experiencia que tuve el domingo en DREAM (anagrama de MADRE), el espectáculo del maravilloso bailaor sevillano Israel Galván en el Teatro Español. El cartel del evento se anuncia con cierta ambigüedad. Es una imagen en la que el bailaor se traviste de hijo/madre que, a su vez, es besado por la madre (real). Es posible que el presidente de Argentina viera los banners a su paso por Madrid y comentara los crímenes contra la familia bienpensante financiados por los socialistas y los comunistas. Ellos, mientras tanto, lo tienen claro: las vidas negras no importan, ni las migrantes, ni las mujeres, ni las lesbianas que han visto arder en el barrio bonaerense de Barracas por el hecho de serlo. Hace tiempo que no cojo taxis, pero en la radio del que me llevaba al evento, en esa emisora innombrable generadora de bulos e inmundicias, cloaca y vocera del trumpismo a escala nacional, se ampliaban y multiplicaban estas ideas como muñecas rusas. Lo explicó muy bien el compañero Tecé al día siguiente: es la indigencia mental, la que da su dinero al rico. Puso en sus sabias palabras mis torpes y apesadumbrados pensamientos.
Pero quiero volver al espectáculo de Galván y contarles un momento estremecedor que creo compete a la comunidad contextataria. Durante una hora y 35 minutos se pone la relación materno-filial patas arriba: la buena madre, la mala, el hijo; las arañas, las osas pandas; Medea y la maternidad en Eurípides; la vida y la muerte, los casos reales en los tribunales; lo atávico y lo castizo en las cantinelas maternas. Una abogada auténtica (Paquita Cobos) va desgranando las historias. Todo ello “a compás”. Israel bailó sobre un destrozo de porcelanas, al son de una estridente máquina de coser, sobre el líquido (amniótico) de aguas rotas. Y ahora, el momento al que quiero referirme. María Marín está cantando suave y tranquilamente con la guitarra el Dream de los Everly Brothers cuando es interrumpida de forma intempestiva por el viento atronador del cuerno de Juan Jiménez, quien, con el añadido de capas de sonido disonante y penetrante, multiplica el estruendo que dura casi dos minutos. A tal punto, que a María se la deja prácticamente de oír. Me dice luego por teléfono Miguel Álvarez, el asesor musical: “El sonido se impone violentamente sobre María, que sigue tocando impasible en su mundo ensoñado”.
Este es el gesto que me flipó: persistir en el intento, pese a todo. Como en las acampadas, donde al mismo tiempo que están en la acción (la negociación de la ruptura de relaciones con el Estado criminal de Israel), resisten el estruendo del ruido ambiente “de indigencia mental” en un estado pensativo: dream, dream, dream… Sueñan, no cabe duda, con un mundo mejor.
Sé que a ustedes, como a mí, les hace falta la ilusión y la continuidad en la lucha, algo muy difícil de mantener unido. Les aseguro que este medio trabaja cada día por ello y es algo, créanme, sólo posible porque ustedes existen en cuanto que necesaria, ilusionante y generosa “comunidad que viene”, que decía aquel filósofo.
Muchas gracias por seguir ahí.
Aurora Fernández Polanco
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