Judit Castaño Tarragona-
La sequía extrema y las altas temperaturas han provocado la muerte de 1.800 hectáreas de avellanos en Tarragona. Este año se prevé superar las 2.000 toneladas de avellana, un 25% de la producción en un año normal.
Foto de archivo de una protesta de los pagesos de la avellana en Catalunya.
La campaña de la avellana está a punto de comenzar. Los agricultores del Camp de Tarragona, epicentro de la producción de frutos secos de Catalunya y del Estado, se preparan para una cosecha que no mejora las perspectivas de los últimos años, marcados por una sequía extrema. A pesar de las lluvias y la recuperación de los embalses, los árboles han generado muy poco fruto, sobre todo aquellos que no cuentan con riego de apoyo, y otros han tenido que ser arrancados porque han muerto. "Aunque este verano ha sido más suave y hemos podido regar, los daños acumulados en el cultivo hacen prever otro año complicado", explica Sergi Martín, agricultor y responsable de frutos secos del sindicato Unió de Pagesos.
En la misma línea se expresa la agricultora y presidenta de la DOP Avellana de Reus, Ester Gomis. "Los avellanos han sufrido mucho estos últimos años. Algunos, especialmente los más viejos, tendrán que ser arrancados porque les costará mucho recuperarse. Ahora bien, hay esperanzas con los avellanos plantados en los dos últimos años. Estos empezarán a producir pronto y, si todo va bien y tenemos buenas primaveras, en tres años podríamos volver a tener una buena producción", señala.
Martín explica que "los árboles no se recuperan de un día para otro" y recuerda que la sequía ha dejado un rastro de pérdidas estructurales importantes. La más preocupante son las 1.800 hectáreas de avellanos muertos por la falta de agua y las altas temperaturas, según Unió de Pagesos, mayoritariamente en el Baix Camp y en el Tarragonès. Cabe recordar que muchos agricultores de esta zona no pudieron regar con agua del embalse de Riudecanyes durante dos años por las restricciones. Unos 2.000 agricultores no volvieron a disponer de agua del embalse hasta junio.
El Departament d’Agricultura publicó el pasado mes de junio una línea de ayudas destinadas a inversiones para la recuperación del potencial productivo de los cultivos leñosos gravemente afectados por la sequía durante los años 2023 y 2024, como es el caso de los avellanos. "Habrá gente que decidirá no volver a plantar avellanos. Y quien lo haga, si todo va bien, arrancará este invierno, plantará en la primavera de 2026, y no tendrá producción hasta dentro de cuatro o cinco años", explica Martín, que apunta que las consecuencias de la sequía se arrastrarán, como mínimo, dos años más.
Para incrementar los recursos hídricos en el Baix Camp, el Departament de Territori prevé tener lista la estación de regeneración de agua en la depuradora de Reus a finales de 2027. En este sentido, sin embargo, Martín comenta que se debe investigar la tolerancia del avellano al agua regenerada.
El representante de Unió de Pagesos señala la salinidad del agua como otro problema añadido. Zonas como la Vall del Glorieta arrastran graves problemas de salinidad debido al vertido de aguas en la riera. "Cuando no llueve, las sales no se diluyen y esto afecta directamente a los avellanos", asegura Martín. Los avellanos pueden soportar hasta 800 ppm de sal, y se han detectado pozos con hasta 1.900 ppm.
Por todo ello, se prevé una cosecha algo mejor que la del año pasado, que no llegó a las 2.000 toneladas de avellana, un 25% de la producción en un año normal. "Una cifra muy inferior a las 8.000 o 10.000 que se recogían habitualmente hace pocos años. Es un desastre", admite Sergi, aunque reconoce que probablemente se superará la producción de 2024. Gomis asegura que, a pesar de la baja producción, "la calidad está garantizada".
En cuanto a otros cultivos de frutos secos, las perspectivas son desiguales. Martín asegura que habrá una buena cosecha de algarroba. "Es un cultivo muy irregular, pero este año pinta bien". En cuanto a la almendra, "la de regadío será muy buena, pero la de secano será un desastre".
Adaptar el sector a las condiciones climáticas
A pesar de las cosechas de estos últimos años, Martín asegura que la avellana "es un cultivo de futuro", pero hay que "adaptarlo a las nuevas condiciones climáticas". "La demanda mundial de avellana crece, al igual que la de frutos secos en general, y problemas hay en todas partes: en Turquía, en Italia, en Francia... En nuestro país tenemos retos concretos que hay que abordar". Por eso, reclama que los gobiernos se impliquen.
"Debemos entender que estamos en un contexto de cambio climático que afecta a toda la agricultura. Vemos cómo la vid, por ejemplo, ha vuelto a dar cosecha este año después de un 2024 muy malo. Tenemos que adaptarnos", apunta Gomis. Tanto ella como Martín celebran que el Govern haya puesto en marcha el Plan de la Avellana de Cataluña 2025–2028 para relanzar el sector e incrementar el valor de mercado de este fruto seco.
El plan se desplegará con medidas divididas en cinco ejes estratégicos. Entre las acciones habrá la creación de un hub de sanidad vegetal de frutos secos, financiación específica con varias líneas de ayudas, medidas relacionadas con la calidad y la diferenciación de la avellana catalana, y aspectos relacionados con la comercialización y la promoción para mejorar el mercado y la rentabilidad del sector. El último eje estará enfocado a la mejora de regadíos y las técnicas de riego.
Ambos agricultores coinciden en que el plan llega tarde y que el cultivo ya está tocado. "Aun así, todo lo que sea avanzar e invertir en el sector, bienvenido sea", apunta Martín. "Ahora falta ver si las ayudas de la Generalitat y de la Unión Europea llegan al agricultor, que es quien realmente sufre las dificultades", comenta Gomis.
Unos estándares muy exigentes de la UE
A la sequía hay que sumarle la crisis de precios de estos últimos años debido a la competencia desleal de otros países y a la falta de productos fitosanitarios para hacer frente a algunas plagas. “Disponemos de medios para combatirlas, medios químicos que ya existían y que se utilizan en todo el mundo... menos aquí, por las prohibiciones que vienen de la Unión Europea. Quizás ha llegado el momento de empezar a replantearnos ciertas cosas”, apunta Martín.
"En Europa cumplimos unos estándares muy exigentes, pero después entran avellanas de fuera de la Unión Europea que no sabemos si los cumplen. Estas avellanas acaban vendiéndose aquí, compitiendo con las nuestras, y sin garantías ni de prácticas laborales justas ni de uso controlado de fitosanitarios. Esto perjudica directamente a los productores locales", comenta Gomis.
"Por muy buena voluntad que pongamos desde aquí, muchas decisiones nos vienen marcadas desde la Unión Europea, especialmente en lo que se refiere a la política agraria. Y eso genera situaciones realmente absurdas", concluye Martín.
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