Publicado por Fidel Moreno en su blog EL HOMBRE DELGADO el jueves 7 de abril de 2011 hombredelgado.blogspot.com/
Acaban de publicar en El Boomeran(g) www.elboomeran.com/ la entrevista que le hice a Antonio Rodríguez de las Heras, catedrático de Historia Contemporánea de la Carlos 3 al que tuve la suerte de tener como profesor en el doctorado. El curso se llamaba Humanismo y Nuevas Tecnologías y el hilo conductor era la evolución del libro, de las tabletas de arcilla al soporte digital. Antonio había sido el decano de mi facultad de Humanidades, un cargo que llevó con elegancia y buen hacer, incluso en situaciones incómodas como cuando lo convocábamos desde la asamblea de estudiantes para exigirle reformas urgentes. Ya saben, la juventud siempre con prisas.
Años después de licenciarme me metí en el Doctorado de Humanidades y, de rebote, acabé en su curso. Antonio hablaba del libro como una máquina de memoria exenta, del hombre de hoy como el hombre protético, de internet como una prótesis que amplifica el cerebro humano, de las nuevas tecnologías como palanca de Arquímedes con las que cambiar y mover el mundo, de recuperar el viejo arte de la memoria y su organización espacial de la información, del hipertexto como papirola… Yo no daba crédito, un historiador capaz de aunar en un discurso el humanismo y la cibernética con un lenguaje claro y poético, lleno de metáforas ajustadas a una construcción intelectual con la que ordenaba el mundo presente y el porvenir. Para Antonio el Humanismo consiste en centrar al hombre en sus medios, un objetivo que puede resultar extraño desde una visión cultural más tradicional y suspicaz con todo lo que suene tecnológico, pero, si dejamos a un lado nuestros prejuicios contra las máquinas y nuestros apegos fetichistas, nada resulta más natural que la preocupación por el ser humano pase por los medios que lo hacen, precisamente, ser lo que es. El humano, ese ser híbrido continuamente transformado por los artefactos que crea.
Antonio lleva años de ventaja y reflexión sobre el tema, pues desde 1975 está estudiando las transformaciones socioculturales que producen las nuevas tecnologías. Su libro Navegar por la información (1990) fue un ensayo absolutamente pionero que introdujo en España, cuando aún no sabíamos ni lo que era el correo electrónico, una aguda reflexión sobre la revolución digital que todavía hoy sigue vigente. Es también autor de libros electrónicos en los que aprovecha las posibilidades hipertextuales y multimedia del nuevo soporte, como en su brillante y sorprendente ensayo, Los estilitas de la sociedad tecnológica. Los que estén interesados en El futuro del libro y el libro del futuro, no dejen de leer una conversación entre Antonio y Roger Chartier, donde se resume muy bien los pros y los contras del libro que viene, lo que se pierde y lo que se gana.
Cuando comenzamos la aventura de la revista El Estado Mental www.elestadomental.com/, en las conversaciones previas en las que hablábamos y hablábamos sobre este presente confuso y en crisis, a menudo me escuchaba repitiendo las ideas de Antonio. Fue al primero que entrevistamos para la revista. Lo citamos en la galería Moriarty, estaban Borja Casani, José Luis Gallero, Adam Jorquera e Iker Seisdedos. Yo me había vuelto a leer con placer sus e-textos y había preparado una batería de preguntas con el objetivo de que quedaran resumidas las ideas de Antonio que tanto me habían servido, a mí y a muchos de sus alumnos, para entender los desafíos de esta sociedad tecnológica. Dos horas duró la entrevista, José Luis y Borja metieron baza, y Antonio nos respondió en todo momento con una claridad y concisión deslumbrantes. Al transcribir sus palabras me volvió a sorprender lo bien armado que tiene su discurso, si una entrevista es la versión de una conversación por parte del periodista, en este caso, apenas hubo margen para la interpretación, y las intervenciones de Antonio, salvo en un par de añadidos que le pedí por escrito, constan como fueron dichas aquella mañana en el despacho trasero de la galería Moriarty. Disfruten pinchando aquí (arriba).
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