German Cano · 17/8/2017
Se habla mucho de los efectos perniciosos del narcisismo que proliferan en la esfera social pero no tanto de su función de defensa psíquica y de lubricante del actual dispositivo de poder neoliberal.
Me parece que existe cada vez más una relación directamente proporcional entre la precariedad laboral y la hipertrofia del ego. Cada vez se ve a más gente que necesita compensar el nuevo vértigo afectivo, su falta de asideros laborales y creciente desprotección social -algo, por ejemplo, cada vez más sangrante en los trabajadores culturales-, con la creación de un pequeño Narciso compensatorio. Las épicas cotidianas del yo protegen de la creciente sensación externa de ridículo e impotencia.
El narcisismo puede ser así una forma estimulante de hacer virtud de la
necesidad a la que obliga la precariedad. Es mejor verse a sí mismo
aislado en un heroico espejo ampliado que en el anodino de nuestras
condiciones materiales y relaciones sociales. De ahí que la crítica al
narcisismo de los Millenials sea también muy parcial e injusta: los
efectos narcisistas no son causa sino una consecuencia defensiva frente a
desigualdades de poder y de condiciones de trabajo infames. Y su otra
cara es una ansiedad brutal.
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