Diario Público · 14/1/2018
Quizás
no sepas que la basura de esta foto es la que tú tiraste al contenedor
de tu civilizada ciudad en España. China ya no quiere tu plástico
basura. ¿Qué hacemos ahora?
Un trabajador recoge botellas de plástico en una de las plantas de reciclaje de China. FRED DUFOUR / AFP
Y ahora, ¿qué hacemos con las toneladas de plástico que China ya no quiere?
Y ahora, ¿qué hacemos con las toneladas de plástico que China ya no quiere?
El
gigante asiático, principal vertedero del mundo, ha prohibido la
importación de basura extranjera, una decisión que obliga a los países
exportadores a replantearse el modelo de consumo y reciclaje de
plásticos. Lucía Villa
Es probable que en la imagen que encabeza esta información usted vea sólo una montaña de basura de algún lejano y contaminado país.
Lo que no se intuye tan fácilmente es que se trata de su propia basura,
la que usted arrojó al contenedor de su civilizada ciudad.
China, donde el fotógrafo Fred Dufour tomó esta
instantánea en septiembre de 2015, era hasta hace dos semanas el gran
vertedero del planeta. Hasta allí iban a parar cada año millones de toneladas de residuos, sobre todo papel y plásticos,
que otros países –en su mayor parte desarrollados- no eran capaces de
gestionar. El gigante asiático, ávido de materias primas, compraba el
material para su reciclaje en fábricas altamente contaminantes y a
menudo de condiciones precarias. Las naciones occidentales, por su
parte, daban salida a unos desechos que no sólo les reportaban
beneficios, sino que además les permitían lucir dignos porcentajes de
reciclaje en sus estadísticas medioambientales. Hasta ahora.
Una nueva ley china que entró en vigor el uno de enero ha prohibido la importación de residuos desde terceros países,
principalmente papel, plásticos, varios tipos de escoria de minas y
restos textiles, en un intento del Gobierno de Pekín por mejorar su
maltrecha reputación medioambiental. Pero la decisión supone un reto
importante para los países exportadores, porque la dependencia de ese
gran patio trasero de la basura -muy en especial del plástico- en el que
se había convertido China, es enorme.
Un vistazo a los datos arroja cifras descomunales. Sólo
el año pasado, China importó 7,3 millones de toneladas de residuos
plásticos del exterior, sobre todo provenientes de Europa, EEUU y Japón.
Reino Unido exporta allí el 65% de su plástico y en Irlanda la cifra
alcanza el 95%. España, aunque en proporciones más pequeñas, también se
ve afectada: según la Federación Española para la Recuperación y el
Reciclaje, nuestro país derivó a China un millón de toneladas de residuos, de las que 138.417 (un 13%) eran plásticos. La pregunta ahora es: ¿qué hacemos con toda esa basura?
Mientras la industria del reciclaje mundial ve como
“únicas alternativas viables” derivar estos excedentes a nuevos mercados
como Turquía, India, Malasia, Vietnam o Tailandia –con mucha
menos capacidad de recepción- no son pocos quienes interpretan la
decisión china como una evidencia clara de los límites y defectos de un
sistema que es necesario revisar.
“Esto lo que desvela es que el sistema no está
funcionado. En lugar de plantearse el modelo de producción de plásticos o
prohibir algunos materiales de mala calidad que en el 99% de los casos acaban en incineradoras,
lo que se ha conseguido en las últimas décadas es incentivar el
consumo, con la excusa del reciclaje”, denuncia Alodia Pérez,
responsable del área de recursos de Amigos de la Tierra.
Aunque esta semana la Comisión Europea anunció por
primera vez su intención de crear un impuesto al plástico para reducir
su uso, las políticas europeas se han basado hasta ahora en un plan de
economía circular enfocado sobre todo en el reciclaje.
Un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente
reconoce, de hecho, que “al fijar objetivos de reciclado”, la política
de la UE ha terminado favoreciendo el traslado de residuos a terceros
países. Entre 1995 y 2007, la cantidad de envases de plástico europeos que se reciclaron aumentó de 10 a 14 millones de toneladas, mientras que la cantidad de los que terminaban en Asia se había multiplicado por 11.
La otra gran asignatura pendiente está, según Julio
Barea, de Greenpeace, en un “desastroso” modelo de reciclaje que termina
siendo muy ineficaz.
Lo lógico sería pensar que la basura que uno deposita
en el contenedor amarillo va directa al reciclaje. Pero esto no sucede
exactamente así. Las plantas recogen ese material y lo almacenan en
paquetes de plástico prensado. Pero para poder darle una segunda vida a todos esos desechos se necesita de alguien que quiera comprarlos
para su reutilización. Y aquí surge el problema, porque muchos de ellos
son de tan mala calidad o llegan tan mezclados y sucios, que el precio
se encarece y no compensa reciclarlos. Es así como parte de ellos
terminan en vertederos o exportados a países que sí estaban interesados,
como China.
“Hay que reinventarse. Una manera es volver a vender los envases con un depósito,
así te aseguras de que el 100% se va a recuperar, y lo que recoges
tiene tan buena calidad que se puede reutilizar”, dice Barea. “Es una
oportunidad de replantearnos qué está pasando, porque estamos utilizando recursos ilimitados en un planeta que es limitado. No hay ni un solo océano que esté libre de plásticos”, recuerda........................
No hay comentarios:
Publicar un comentario