Pelayo Martín · 23/1/2018
Ellos,
los que apenas comparten el aire con el resto de la humanidad, los que
conocen el mundo solo a través de cristales tintados, los que disfrutan
desde hace generaciones de una vida cortada a la medida, los que dan y
quitan, los que sobrevuelan por encima de nuestra escasez, los inmunes a
la ley, los que desconocen los límites de la ética y la justicia...
ellos se toparon un mal día con un gran problema.
Ellos descubrieron (no hace mucho) que por algún extraño milagro, el hijo de su chófer trabajaba pared con pared con su propio hijo... que un piso más abajo, la hija de su jardinero de toda la vida diseñaba complejos sistemas de navegación por satélite... que una planta más arriba, el nieto de su tercer mayordomo presentaba ante el consejo los resultados de una nueva y revolucionaria aplicación de cierto material superconductor.
Ellos descubrieron (no hace mucho) que por algún extraño milagro, el hijo de su chófer trabajaba pared con pared con su propio hijo... que un piso más abajo, la hija de su jardinero de toda la vida diseñaba complejos sistemas de navegación por satélite... que una planta más arriba, el nieto de su tercer mayordomo presentaba ante el consejo los resultados de una nueva y revolucionaria aplicación de cierto material superconductor.
Ellos, los
que hasta ese momento reían complacidos al escuchar la palabra crisis,
los que se frotaban las manos al ver como los bancos derribaban otra
puerta que nunca era la suya... ellos, los intocables... se sintieron de
repente turbados, incómodos por tan irritante situación.
¿Cómo actuar ante aquél con el que comparten estatus profesional, si este es hijo de su vieja criada? ¿Cómo invitar a cenar al brillante investigador si es su propia madre quien les sirve la cena? ¿Cómo reprender a la ama de llaves por su torpeza con su hijo a la mesa? ¿Cómo dar esos consabidos diez euros de propina al conserje si su hija camina a su lado y es la encargada de cerrar el contrato con los japoneses?
Ante tamaño conflicto alguien ha tomado una decisión... volver a lo que nunca debió cambiar... el hijo del jardinero ha de ser jardinero... la hija de la criada ha de ser criada... el nieto del conserje ha de ser conserje... y ellos... ellos han de ser lo que siempre fueron... para que todo esté en orden.
Así pues la educación ha de ser sabiamente administrada, la universidad ha de ser para el que la pueda pagar... las tasas han de ser triplicadas... las becas han de pasar a ser cosa del pasado... y si alguno pretendiera trabajar para pagar sus estudios con su sueldo... a eso también se le habría de poner remedio. Que sus familias queden sin recursos, que sus ahorros les sean robados, que la oferta laboral quede reducida a trabajos precarios y mal pagados... y si esto no basta les daremos banderas, grandes banderas, tantas como quepan en sus estrechas cabezas, inventaremos bonitas historias sobre sus antepasados, les haremos sentir distintos (y mejores) entre sus iguales, les haremos recelar de los que son como ellos, que esto nunca falla... les haremos soñar con fronteras cortas, con largas cadenas, cadenas que les harán más libres, y más cultos, y más pacíficos, y más prósperos... y todo volverá a ser como antes.
Y en esas estamos...
Ellos lo han decidido así, ellos ya tienen su plan... y si no es este, es otro bastante parecido.
¿Cómo actuar ante aquél con el que comparten estatus profesional, si este es hijo de su vieja criada? ¿Cómo invitar a cenar al brillante investigador si es su propia madre quien les sirve la cena? ¿Cómo reprender a la ama de llaves por su torpeza con su hijo a la mesa? ¿Cómo dar esos consabidos diez euros de propina al conserje si su hija camina a su lado y es la encargada de cerrar el contrato con los japoneses?
Ante tamaño conflicto alguien ha tomado una decisión... volver a lo que nunca debió cambiar... el hijo del jardinero ha de ser jardinero... la hija de la criada ha de ser criada... el nieto del conserje ha de ser conserje... y ellos... ellos han de ser lo que siempre fueron... para que todo esté en orden.
Así pues la educación ha de ser sabiamente administrada, la universidad ha de ser para el que la pueda pagar... las tasas han de ser triplicadas... las becas han de pasar a ser cosa del pasado... y si alguno pretendiera trabajar para pagar sus estudios con su sueldo... a eso también se le habría de poner remedio. Que sus familias queden sin recursos, que sus ahorros les sean robados, que la oferta laboral quede reducida a trabajos precarios y mal pagados... y si esto no basta les daremos banderas, grandes banderas, tantas como quepan en sus estrechas cabezas, inventaremos bonitas historias sobre sus antepasados, les haremos sentir distintos (y mejores) entre sus iguales, les haremos recelar de los que son como ellos, que esto nunca falla... les haremos soñar con fronteras cortas, con largas cadenas, cadenas que les harán más libres, y más cultos, y más pacíficos, y más prósperos... y todo volverá a ser como antes.
Y en esas estamos...
Ellos lo han decidido así, ellos ya tienen su plan... y si no es este, es otro bastante parecido.
Desde
2009 hasta 2015, la universidad pública madrileña ha incrementado el
precio medio que pagan los alumnos a la vez que se ha reducido el dinero
que aportan el Estado y la Comunidad a sus ingresos totales.
Esto se traduce en un incremento de tasas y en una infrafinanciación de
esta educación por parte de las administraciones. Además, la
implancación del Plan Bolonia también se ha visto afectado al no poder
llevarse a cabo con la cantidad de recursos necesarios.
madridiario.es
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